M.F.A.
Se
nota que entre maestro y alumnos hay complicidad. Se advierte, en
definitiva, que se lo han pasado bien, por mucho que el taller haya
sido más corto de lo deseado. «Es el tercer día
que como fabada», les espetó Antonio López a
sus alumnos entre risas nada más llegar al Centro de Cultura
Antiguo Instituto, donde durante los últimos tres días
una veintena de privilegiados han compartido experiencias con el
gran pintor en el taller organizado por AlNorte. «Estas cosas
son muy bonitas, a mí me gustan», reconocía
el maestro, al tiempo que lamentaba que las horas se hayan quedado
escasas. «Lo que no se ha podido hacer esta vez es trabajar,
poner modelos para que ellos se pusieran a pintar o dibujar, eso
hubiera completado el taller», afirmó.
Antonio
López se mostraba, pese a todo, muy satisfecho con una experiencia
en la que el diálogo ha sido protagonista. «Lo que
hemos hecho ha sido hablar», reconocía, para explicar
después que su objetivo está más que cumplido.
«Yo no he venido aquí ni a enseñar ni a aprender,
sino porque todo esto me gusta, me gusta porque son personas que
están en lo que estoy yo, en lo que tanto amo, que es la
pintura».
Si
el maestro estaba feliz, sus alumnos aún más. «Para
mí la experiencia ha sido estupenda», explicaba ayer
Susana Millán, una artista que ya había tenido oportunidad
de conversar con Antonio López. Ya sabía, por tanto,
lo que todos sus alumnos destacan más allá de lo puramente
artístico: que es ser afable, entrañable, accesible...
«Yo ya sabía que era una persona muy accesible, muy
dispuesta a hablar, muy atento para escuchar tus problemas».
Susana, como el resto, ha tenido oportunidad de mostrarle sus obras
y escuchar su opinión al respecto.
Sencillez
y ternura
A
Vladimir González, un artista luanquín de 32 años,
López le ha provocado sensaciones muy similares. «Es
una persona muy sencilla, muy acogedora, muy tierna, quizá
mucho más que su pintura, que es en ocasiones muy fría»,
confiesa, mientras su compañero Israel Franquelo incide también
en la parte personal para definirle como «superhumilde»
y un gran profesor. Ambos se llevan sus propias conclusiones de
este curso: «Es muy difícil explicar con palabras lo
que he aprendido, porque son cosas que se sienten más en
el estudio, pero sí he descubierto que el arte es algo individual,
y que tienes que sacar lo mejor de ti; que todo el mundo mama de
algún artista, pero en el fondo tienes que seguir tu camino»,
asegura Franquelo, un joven de 27 años de familia asturiana
que hace apenas mes y medio retornó a la región y
fue seleccionado para participar en el taller de AlNorte.
Su
colega de Luanco dice que es pronto para hacer balance de lo aprendido,
que el tiempo servirá para aposentar tres días de
taller. Sin embargo, asegura que ha descubierto que el trabajo en
el taller es la clave del éxito. «Creo que no hace
falta tener una imagen para poder componer un cuadro, basta con
el trabajo en el taller», afirma.
Con
esos conocimientos en la memoria y con el recuerdo imborrable de
un hombre afable concluye el curso. Los alumnos se quedan en Asturias,
«y yo me voy a un sitio peor», dice López a punto
de embarcarse rumbo a Madrid y todavía impresionado por la
bravura del Cantábrico. «Aquí estáis
muy bien, ¿cómo está hoy el mar!».
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