Textos: María de Álvaro   -   Diseño y maquetación: Víctor Coto   -   Fotos: M. de Álvaro, J. C. Román, Pablo Lorenzana, Sergio López


ETAPA 4: SEBRAYO-GIJÓN

El Alto de la Cruz y cierra Gijón

En La Casquita, pasada Villaviciosa, se bifurcan los caminos del interior y de la costa, por el que se llega a Peón a través de una interminable cuesta que compensan con creces las vistas

María de Álvaro - mdealvaro@elcomercio.es



Dormíamos ayer, como quien dice, en el albergue de Sebrayo, en aquella habitación comunitaria que más parecía una inusitada delegación de las Naciones Unidas perdida en medio del verde de Villaviciosa. Y eso es lo mismo que decir que quedan 6 kilómetros para la Villa y que en ninguno de ellos sirven café. Ni nada. La senda del Camino lleva en ayunas y cuesta abajo hasta la capital maliaya.
Recorremos senderos y atravesamos pastos en los que las vacas nos miran absortas, como solo miran las vacas, como si pensasen que hay que estar loco para andar con esa mochila a la espalda pudiendo estar tranquilamente tumbado mascando hierba. Pero antes de que llegue la primera alucinación producto de la ausencia de cafeína en sangre, llega la carretera. En esta ocasión no es nuestra amiga N-634 sino su prima la N-632, que serpentea camino de Rodiles mientras nosotros tomamos dirección contraria. Giro a la izquierda, entre coches y con la belleza de la ría todavía oculta. Así se entra en Villaviciosa («hermosá que llevas dentró», uf cómo afecta al cerebro no tomar café por las mañanas), localidad –bendita sea– llena, plagada, de bares, cafeterías y todo lo que un peregrino en estas circunstancias podría desear.
Cumplido nuestro sueño, cruzar la Villa siempre es un paseo por la historia, y un auténtico placer. La plaza del Huevo, el hotel Carlos I, el teatro Riera, la románica iglesia de la Oliva... se van quedando a los lados para salir, por la carretera a Infiesto, a través del apacible Parque de la Alameda, un agujero decimonónico en el tiempo que corre paralelo al río Linares, donde se ve un cartel de ‘pesca sin muerte’. Lógico. ¿Quién querría matar a nadie en semejante paraje? Ni a una pobre trucha.
Por ahí llegamos a Amandi, donde nos cruzamos por primera vez con otros colegas de peregrinaje con distinto destino: los de Covandonga. En la iglesia parroquial están, de hecho, los carteles indicando las direcciones opuestas. Tras el cruce de «buenos caminos», nos perdemos en la arboleda que nos lleva a La Casquita, una aldeína hermanada con Jove gracias a San Blas y sus rosquillas, que, junto a la ermita a su santo plantea el dilema del día: ¿Oviedo o Gijón?
Disquisiciones futbolísticas e incluso metafísicas al margen, si tomamos la primera opción, a la izquierda, nos desviaremos del Camino del Norte de la Costa para entroncar con el Primitivo, el que abrió Alfonso II el Casto allá por el año 800 y que sale precisamente de Oviedo. Si seguimos de frente optaremos por la ruta que habíamos elegido antes de empezar andar, aún en Unquera. Y la vida está para cambiar de planes, pero también, a veces, para seguir los trazados. Así que seguimos y llegamos a la altura de Grases.
«¿Moza, quies que te haga un favor?». La voz sale de detrás de un mato y, pese a su literalidad, no suena en absoluto amenazante, ni sospechosa. Es Gonzalo, jardinero jubilado de Emulsa que está plantando fabes. El favor es un atajo que nos pone en Niévares en un kilómetro en vez de en tres. «Los extranjeros son muy burros, no me haz casu ninguno. Tiran todos de frente, pero tú métete por aquí a la izquierda que ye tontería lo otro». Gonzalo parece y es un hombre sabio y en el ‘bonus track’ de tiempo ganado cuenta que estuvo 23 años cuidando los jardines de Gijón y que fue en Los Pericones donde más felicidad encontró: «Allí solu, con les plantes, sin gente que te diga esto aquí, allí lo otro, como pasaba en el centro».
Como él, «con les plantes y sin gente», nos ponemos en Niévares y Niévares nos pone en nuestro sitio. Aquí arranca, primero por carretera y después por senda boscosa, estrecha y muy guapa, una ascensión que parece al mismísimo cielo y, por momentos, al infierno. 400 metros largos de desnivel en tres kilómetros que nos llevan al Alto de la Cruz.
Se llama así por algo. Palabra. Con el sol cayendo a plomo, la ‘escalada’ se haría eterna si no fuera porque después de los tres primeros días de ruta cualquier peregrino que se precie o se viene arriba o lo deja. Y estamos en lo alto por algo. Además, el universo tiene deparado al llegar arriba el regalo del día: una brisa que huele a gloria y que refresca varios grados la sensación térmica. Eso y unas vistas que quitan el hipo. Se ve Peón y, de fondo, la ciudad de quien esto escribe y primero ha andado, tanto quiere y adora aunque odie la pesadísima canción: Gijón. Mi casa. Y más al fondo, el Cantábrico, la segunda residencia. Gracias, universo.
Pero que nadie piense que ha llegado el ‘colorín colorado’ porque solamente hasta Casa Pepito nos quedan cuatro kilómetros largos. Y Casa Pepito es el bar de Peón. El que está en medio del pueblo. Para llegar podemos seguir por carretera, que es por donde van las bicis, o coger un atajín a la izquierda, que no llega a la categoría de atajo porque es minúsculo, y que baja casi casi cruzando praos hasta cerca de la iglesia de Santiago. Sí, de Santiago. Hay que desviarse unos metros cuesta arriba para verla y va a estar cerrada si no es día y hora de misa. Así que la cosa queda a gusto del consumidor.
Llegamos a la añorada Casa Pepito y ahí, con parada mejor que sin ella, arranca otra subida de las de campeonato: bienvenidos todos, ay, al Alto del Curbiellu. Existe camino, pero se va mejor por la carretera que sale de las escuelas. Pregunten. Llegados arriba nos espera su famoso bar tienda, con un banco de piedra a las puertas estupendo para sentarse a recuperar el aliento. Si el corazón y las vistas nos lo permiten. Eso y, venga, lo confieso, mis ángeles de la guarda sobre cuatro ruedas.
El trayecto oficial sigue de ahí por carretera, ya de bajada, hasta el camping de Deva, donde están habilitados unos bungalows a modo de albergue municipal. Cruzar la ciudad por la ruta marcada con flechas amarillas y conchas –que continúa por Deva, entra en Viesques, coge la avenida de la Costa, sale a Poniente, atraviesa La Calzada y se pone en Veriña– son tres horas, tres, que nadie en su sano juicio afrontaría como final de etapa. Además, Gijón es uno de los mejores lugares del mundo para perderse. O para encontrarse. El final perfecto de cualquier día, también de éste. Hoy duermo en casa. Y sólo puedo pensar en mi bañera.





INFORMACIÓN PRÁCTICA


¿QUÉ VER?

Naturaleza


Ría de Villaviciosa: de una riqueza biológica incontestable, para disfrutar de ella hay que desviarse. Si no, la veremos de lejos.
Parque de La Alameda: a la salida de la Villa hacia Infiesto, antes de llegar a Amandi, es un lugar donde el tiempo parece haberse detenido. Vegetación y paz.
Gijón desde lo alto: otra vista de la ciudad más poblada de Asturias, de sus playas y hasta de El Molinón con el Sporting en Primera.

Monumentos


Fábrica de El Gaitero: no es exactamente un monumento, pero sí un lugar digno de visita. El Camino pasa por la puerta. En verano abre de lunes a viernes de 10 a 13.30 y de 16 a 18.30. Sábados de 10 a 13.30.
Santiago de Peón: templo del siglo XIII con base románica y mil y una restauraciones. Está dedicado a Santiago, hay que subir unos metros de cuesta añadida, pero es Santiago.
Gijón al completo: necesitaríamos varios periódicos completos para contar qué hay que ver de Gijón. Muchos peregrinos dejan dos días para la etapa, una para llegar y la segunda para el turismo. Su zona favorita es el Muelle y su entorno. Las termas tienen muchos fans.

 





¿DÓNDE DORMIR?

Albergues


En Gijón: Albergue de San Andrés de Cornellana. En Contrueces. El trayecto no pasa ni de cerca. El autobús número 12 de Emtusa, sí. Es juvenil, pero acoge a peregrinos. 985 16 06 73
Camping de Deva. Con plazas reservadas en bungalows por solo cinco euros con credencial. 985 13 38 48
Antes de Gijón: el anterior es el de Sebrayo, a 6 kilómetros de Villaviciosa, así que no hay opción.
Después de Gijón: no hay más albergues hasta Avilés, a 22 kilómetros.

Otros alojamientos

En Amandi: Casa rural el Puente de Amandi, sin desviarse un centímetro de la ruta. A 2,2 kilómetros pasada La Villa. Desde 23 euros. 985 89 06 69 Hotel La Casona, también en Amandi y en el trayecto, justo en el mismo cruce entre los caminos a Santiago y Covadonga. 985 89 01 30

En Grases: Casa de aldea Les Quintanes. A unos 5 kilómetros de la Villa. Hay que llevarla reservada.626 27 98 04

En Deva: La Ermita de Deva. Muy cerca del camping, una casa de 1700 llena de encanto prácticamente sin desviarnos del Camino. 985 33 34 22

En Gijón: Una de las ofertas hoteleras más nutridas del Norte de España, así que la elección es complicada. Los hoteles Pasaje, Playa Poniente y San Miguel, por ejemplo, están en el programa ‘Peregrinos por Asturias de hotel en hotel’ de la Unión Hotelera. La Polar, en Poniente, por donde pasa el trayecto oficial, también hace precios y servicios especiales.

En Tabaza: Apartahotel Fontana de Tabaza. Es necesario desviarse unos metros, pero pasado Gijón y antes de llegar a Avilés, Tabaza es la única opción. 985 57 29 19

  ¿DÓNDE REPOSTAR, COMER O CENAR?

En Villaviciosa: la oferta es ingente y no hay sidrería mala. Si nos toca desayunar, cualquier terraza con vistas a la plaza del Huevo es buena.
En Peón: Casa Pepito, en el medio de Peón. Se puede desayunar, comer, merendar y cenar. Con terraza.
Bar tienda de El Curbiellu. Uno de los más auténticos del camino y con geniales vistas.
En Gijón: Imposible resumir, pero más de una veintena de restaurantes ofrecen el llamado ‘Menú del peregrino’, que no es otra cosa que un descuento del 10% presentando la credencial. Los más próximos al camping, El Cruce y la Quintadel Ynfanzón.

Textos: María de Álvaro   -   Diseño y maquetación: Víctor Coto   -   Fotos: M. de Álvaro, J. C. Román, Pablo Lorenzana, Sergio López


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