Cangas de Onís, "el Guernica asturiano"

Franco utilizó la aviación alemana para arrasar los focos de resistencia en Asturias. Algunas poblaciones quedaron reducidas a escombros.

M. Gutiérrez

 
   Cangas de Onís, tras los bombardeos./ Archivo ABC  

Con su infantería atascada en la toma de las montañas del Oriente de Asturias, al final del verano de 1937 el alto mando franquista comenzó a aplicar la táctica que ya había empleado en el País Vasco y que extendería a todos los frentes de guerra: el bombardeo sistemático de poblaciones tras la línea del frente. Con el dominio de los cielos garantizado por la aviación alemana e italiana, el ejército nacional combinó las ofensivas contra las líneas de defensa con los ataques aéreos de las poblaciones situadas entre Llanes y Gijón. Esta estrategia que el ejército nazi utilizaría durante toda la Segunda Guerra Mundial cumplía varios objetivos: cortar las líneas de suministro, destruir las industrias de guerra, dividir el esfuerzo de guerra de la República obligándola a defender a la población civil y aterrorizar a los ciudadanos para acelerar la caída del frente Norte.

La primera consecuencia fue que el Gobierno asturiano se vio forzado a retener a una de sus escuadrillas de aviones casi en exclusiva para la defensa de Gijón, por cuyo puerto llegaban los escasos suministros que recibía la zona republicana.

 
   Soldados pasan ante la iglesia de San Lorenzo,
   destrozada tras los combates. / Archivo ABC
 

Con esta decisión, las tropas tuvieron que combatir sin apoyo aéreo y la Legión Cóndor pudo bombardear sin más resistencia que la deficiente artillería antiaérea  de las principales poblaciones. Un día tras otro, los 'junkers' alemanes dejaban caer sus bombas sobre el territorio enemigo. Los llamados “piratas del aire” por la propaganda republicana atacaron las principales poblaciones del Oriente de Asturias y casi desde el inicio de la contienda intentaron llevar sus ofensivas hasta Gijón. El 19 de septiembre, Von Richstofen, el jefe de las alas nazis en el ataque a Guernica expuso la necesidad de lanzar ataques masivos sobre los puertos asturianos, principalmente El Musel. Su indicación fue aceptada. La aviación franquista aprovechaba todas las horas de luz para ametrallar carreteras y atacar poblaciones que pudieran dar cobertura al enemigo.

 
  Civiles refugiados de los bombardeos
  en la Cuevona de Ribadesella. /
  C. Suárez. Archivo municipal de Gijón
 

Entre el 11 y el 12 de octubre, la aviación centró sus ataques en Cangas de Onís. La población y sus inmediaciones, defendidas por las milicias republicanas, fueron arrasadas. “Este bombardeo solo es comparable con el que destruyó la villa vizcaína de Guernica”, reconoció el Ministerio de Defensa republicano en su parte oficial de la jornada. En los días sucesivos, los ataques continuaron sobre la misma población. “Cangas de Onís fue bombardeado cuatro veces por la aviación facciosa tras su evacuación, en la última de las cuales lanzó 400 bombas, algunas eran de 250 kilos y más de doscientas incendiarias, provocando con ello la destrucción casi total del pueblo”, aseguró en un comunicado el Ministerio de Defensa, molesto por las acusaciones del alto mando franquista de que había ordenado dinamitar los edificios tras la evacuación. “Este ejército se limita solamente a destruir en sus repliegues todo lo que tiene importancia militar. Es conveniente que el mundo entero sepa la verdad”, clamaba el Gobierno desde Valencia.

 
   Ingenieros del Ejército nacional reconstruyen un
   puente próximo a Arriondas
 

La guerra de acusaciones no hizo que las estrategias militares cambiasen lo más mínimo. La tormenta de muerte continuó cayendo. Sobre Colunga, donde según sus defensores el día 17 de octubre “solo quedaba en pie la fábrica de sidra achampanada”. En Infiesto, donde ardieron infinidad de viviendas. Arriondas, Infiesto, Siero, Oviedo... Todos los núcleos importantes sufrieron los bombardeos. El Gobierno republicano aseguró, pocos días antes de rendirse, que los asturianos habían soportado jornadas “en las que los facciosos llegaron a lanzar más de un millar de bombas”.