ASTURIAS SE MOVILIZA EN DEFENSA DE LA
INDUSTRIA EN LA REGIÓN

Los trabajadores de la multinacional nortemamericana en Avilés cuentan sus experiencias
profesionales y como afectaría el cierre a su vida, la de sus compañeros y la de toda la comarca

«Ojalá que esto no se repita en otra industria»

Lleva más de quince años trabajando en Alcoa y aunque reconoce que el anuncio de cierre corría por los pasillos desde hacía varios meses, esperaba que la empresa se lo pensara dos veces. Fernando Solís, de 37 años y natural de Avilés, vive en una «total incertidumbre» desde que la multinacional del aluminio anunciara planta el pasado miércoles.

Se le acumulan las horas de darle vueltas a la cabeza. «No sé si tiene arreglo», confiesa rinde. «Los que estamos aquí trabajando estamos dispuestos a continuar. Ahora nos por la situación y el miedo de no saber qué pasará, pero esperamos que la actividad se mantenga», asegura.

Su familia y sus amigos están preocupados y eso «tampoco ayuda, pues ir a trabajar con la cabeza así se hace duro». Espera que en la reunión de hoy se revierta el cierre y formula otro deseo: en otra industria asturiana».

«Venir a trabajar ahora es un infierno»

Pablo Fernández, avilesino de 33 años, se va a casar el año que viene, pero ahora solo puede pensar en la «angustia» que siente. Lleva en Alcoa doce años, la mayorparte de su vida laboral, pero ahora «ir a trabajar es un infierno». Su «único consuelo» son sus compañeros, «amigos la mayoría», porque se mantienen unidos ante lo que se avecina. esperanzas en las reunión de mañana y en que la fábrica siga adelante. «Los más veteranos siempre dijeron que esta planta era rentable. Creo que la multinacional no ha sacado los números reales», asegura.

También está dolido por el trato recibido por parte de la empresa a la hora de anunciar el cierre. «Nos usan a su antojo, solo somos números para ellos. Si no nos quieren, que nos vendan y devuelvan todo lo que han cobrado en ayudas», reclama.

Y el Gobierno central: «Las industrias necesitan una solución a largo plazo, no más parches».

«Pensaba que por fin tendría estabilidad»

No es la primera vez que hace frente a un expediente empleo (ERE). De hecho, la situación laboral de Adrián Carrio, natural de El Entrego y de 41 años, siempre se ha caracterizado por ser inestable. Es uno de los trabajadores más noveles de Alcoa, pues apenas lleva seis meses. «Pensaba que por fin había encontrado algo de estabilidad», lamenta.

Tiene una niña de tres años y señala que «por suerte» su mujer tiene trabajo. «Esto es muy desmoralizante para nosotros. Somos tan profesionales como el primer día, estamos unidos y sacamos el trabajo adelante, pero está siendo muy duro para todos», cuenta Adrián.

Si pudiera asistir a la reunión agentes sociales y sindicatos pediría que «pase lo que pase, se mantenga la plantilla». Asegura que «es falso» que la factoría registre pérdidas y critica la actitud de caer y se van sin más. ¿Por no? Es injusto», dice.

«Los auxiliares también tenemos miedo»

Con el cierre de Alcoa no solo están en juego más de 300 empleos directos en Avilés, pues los trabajadores de las empresas auxiliares también ven peligrar sus puestos. Este es el caso de Arantxa Díaz, natural de Corvera y de 36 años, quien cuenta que en su subcontrata hay más de 130 empleados. «A nosotros esto nos afecta tanto o más que a los y también tenemos miedo por ver qué pasa. Ya estábamos debilitados tras la crisis y ahora nos toca afrontar.

Está preocupada, además, en general, pues su marido trabaja en Arcelor. «¿Y si esto desencadena una caída tras otra?», se pregunta. La solución al conflicto pasa, a su juicio, por invertir. «Alcoa tiene que modernizarse, pero debe hacerlo de verdad», lamenta. «Necesitamos una solución definitiva, pero para todas las industrias no solo para Alcoa. No queremos que otras hagan lo mismo que esta y piensen en cerrar», agrega.

«No quieren que dejemos Asturias, pero no hay otra»

Cuenta que desde el primer día que pisó la factoría de lleno con Alcoa. «Nos decían que la tarifa protestábamos con ellos para defender a la empresa y a la calle a través de un correo electrónico sin más miramientos», lamenta Moisés Quintana, ingeniero técnico industrial de 46 años.

Él y su mujer Belén tienen tres hijos y desde que se enteraron del cierre no sienten «nada más que angustia». Asegura que las políticas industriales son «penosas» y añade: «Es muy guapo hablar de políticas verdes de cara a la galería, pero tienen que darnos soluciones. No han hecho más que empeorar nuestra situación».

«Llevamos soportando la misma película seis años»

Roberto Rodríguez, de 60 años, lo tiene claro: los problemas de Alcoa están ligados a la tarifa eléctrica. «Llevamos soportando la misma película más de seis años. Es hora de que se haga una tarifa eléctrica competente que dé estabilidad a las empresas y les permita hacer inversiones», reprocha Rodríguez.

Los últimos 23 años ha estado ligado a la factoría de Avilés a través de una subcontrata y sabe «de sobra» lo que es vivir la misma incertidumbre año tras año. Esta vez, lo experimenta de manera diferente pues se prejubilará antes de que acabe el año. «Lo siento por mis compañeros, especialmente porque se sienten al margen cuando su empleo también está en juego», lamenta.

«Esto es muy duro, pero no la vamos a dejar caer»

Es optimista y no duda a la hora de afirmar que «todo se va a solucionar», aunque sabe que esta vez «el susto ha sido mayor» que el del 2014. La familia de Israel Fernández, natural de Avilés y de 42 años, entiende a la perfección la «intranquilidad» con la que lleva viviendo desde que Alcoa anunció el cierre. De hecho, su hermano Pablo Fernández también trabaja en la factoría avilesina y juntos tratan de afrontar el día a día con la esperanza de que todo cambie.

«Esto es muy duro. Lo ves en las caras de los compañeros, pero no vamos a dejar que Alcoa caiga. Pase lo que pase haremos todo lo posible para que siga funcionando», se compromete Israel Fernández.

«Nos van a tener aquí peleando hasta el final»

No piensa ni por un momento en rendirse y aceptar el adiós a una fábrica en la que lleva trabajado 16 de los 43 años que tiene. Mario Álvarez, natural de Gijón, asegura que está llevando el cierre de Alcoa «como puede». Tanto él como sus compañeros de turno y familiares se esfuerzan por no estar «todo el día» pensando en lo mismo. «Si seguimos dándole vueltas a la cabeza, vamos a acabar todos locos», señala.

Conserva la esperanza de que la empresa dé marcha atrás al verse presionada por las instituciones, pero si no es así seguirán insistiendo ellos. «Nos van a tener aquí peleando hasta el final. Lo único que queremos es trabajar y seguir adelante», asevera Álvarez.

«A la hora de la verdad, les importamos un carajo»

Juan Carlos Martínez lleva 18 años trabajando para Alcoa y asegura que «nunca» se había sentido tan «frustrado» como ahora. Tiene dos hijos, de diez meses y de cuatro años. «La empresa siempre nos hablaba de la importancia de la familia, de tener tiempo para ellos y de los valores sociales. ¿Y ahora qué? ¿Dónde quedó todo eso?», se pregunta con enfado. «A la hora de la verdad, han demostrado que todo era puro márketing y que les importamos un carajo», lamenta Martínez.

Asegura que sus compañeros de turno comparten su frustración. «Hay un ambiente de crispación tremendo. Algunos días parece un velatorio», reconoce. «Aquí hay gente con tres hijos y su mujer en paro. No hay derecho», recrimina.

«Esto, aunque se veía venir, nos ha roto los esquemas»

Luis Manuel García acudió ayer a la concentración por su mujer embarazada y su be de dieciocho meses. Este gozoniego de 35 años, representa sin duda el perfil del trabajador de Alcoa que estos días se enfrenta al despido colectivo: menores de cuarenta años, con hijos menores y una hipoteca. «La mayoría estamos igual», asegura.

Para Luis Manuel lo peor es la incertidumbre, «ahora que empezaba a ver las cosas un poco encaminadas esto te rompe por completo los esquemas», comenta. Pero no casi no hay tiempo para a pensar. Lo mejor es ir «paso a paso y no tirar la toalla». Si al final no se puede evitar el despido no quedará otra que «reinventarse», afirma

«Estamos muy cansados de estar en medio, sufriendo»

Avilesino de 32 años, para Luis Manuel García esta crisis de Alcoa no es la primera, «esta situación que no es nueva, llevamos peleando desde que se inundó la fábrica», recuerda.

Una lucha intensa y constante que ahora ofrece su peor cara. «Estamos muy cansados de estar en medio, sufriendo y por parte del Gobierno ni de la empresa, parece estamos olvidados», asegura dolido.

El peso de la hipoteca en la que se acaba de «meter» y no saber como hacer frente a los pagos pesa como una losa. Lo único que le alivia es que su padre, también trabajador de Alcoa, se jubiló hace poco y , al menos, «él se retiró a tiempo y podrá echarnos un cable», asegura.

«El gran drama es cómo el cierre afectará a la comarca»

El único sueldo que entra en casa de Juan Sarmiento es el suyo. Con una niña de diez años que criar y una hipoteca a la que hacer frente, pensar en el cierre de Alcoa da vértigo y supondría para este operario de 45 años «volver a empezar».

Sin embargo, a Juan no le preocupa solo su situación personal, «todos estamos igual», asegura; lo que también le quita el sueño es pensar cómo «el gran drama del cierre va a afectar a toda la comarca de Avilés». Sarmiento piensa que «más de trescientas familias sin trabajo de golpe, se notará y mucho» y cree que «no habrá trabajo para tantos, así que habrá que reinventarse».

«Acababan de hacerme indefinido y mira ahora»

Para Jonathan García el cierre de Alcoa resulta especialmente frustrante. Hace a penas mes y medio había conseguido firmar un contrato indefinido pero, ahora, todas las puertas que esa aparente estabilidad laboral prometía se han cerrado de golpe y le han dejado «con la miel en los labios».

En 2015, este madrileño de 36 años dejó la capital y puso rumbo al norte junto a su mujer. Con la esperanza de labrarse un futuro se instalaron en Santa María del Mar (Castrillón). Allí encontraron trabajo y tuvieron hace unos meses a su hijo. Si esto no se arregla, «habrá que volver a empezar, no nos queda otra».

«Alternamos la esperanza con el desánimo cada día»

El estado de ánimo de Adrián Prendes «cambia por momentos». Al igual que la mayoría de sus compañeros hace un enorme esfuerzo por «mantener el tipo», pero reconoce que la incertidumbre pesa y la actitud enrocada de Alcoa aumenta la pesadumbre.

«Alternamos la esperanza con el desánimo cada día», explica este avilesino de 35 años que lleva catorce años trabajando en la aluminera. «Tan pronto oyes que puede aparecer un comprador y te animas, como lees que no hay ninguna empresa interesada y te hundes». Por ahora, Adrián no se rinde, se casa el año que viene y espera «poder celebrarlo con trabajo».

«Ir a trabajar sabiendo que estás despedido es duro»

Una de las circunstancias más complicadas para los trabajadores de Alcoa Avilés ya no es solo «sobrellevar la incertidumbre» que se ha adueñado de sus vidas, sino acudir cada día y noche a su puesto de trabajo como si la empresa no hubiese decretado un ERE de extinción.

El operario gijonés Luis José Pilar, con 13 años de experiencia, asegura que «ir a trabajar sabiendo que estás despedido es duro, pero no queda otra». No es la primera vez que la sombra del cierre planea sobre Alcoa «ya nos pasó hace unos años», comenta, y «es un palo gordo, pero sabemos que es importante que no se pare la planta, así que habrá que seguir».

Dirigentes regionales y comarcales, este mediodía en el edificio sindical de plaza del Vaticano en Avilés :: Patricia Bregón

Los sindicatos piden el día 8 una manifestación «histórica» en defensa de los trabajadores de Alcoa

«Hay que romper Avilés y enviar un mensaje claro a la empresa y al Gobierno para que haga lo que tenga que hacer», manifiesta el presidente del comité de Empresa, José Manuel Gómez de la Uz

J. F. GALÁN / AVILES

Los sindicatos han realizado este lunes un llamamiento a la sociedad avilesina y asturiana para que acuda en masa a la manifestación convocada para el jueves contra el cierre de Alcoa. «Tiene que ser histórica, lo que está en juego es el futuro de Asturias. Hay que levantar una voz de rabia contra esta empresa depredadora que quiere dejar en la calle a más de quinientas familias en Avilés. Alcoa actúa de forma mafiosa, con alevosía, intencionalidad criminal y saltándose la legislación», manifestó Damián Manzano, secretario general de CC OO Industria de Asturias, durante una rueda de prensa celebrada esta mañana en el edificio sindical.

Junto a él estaban numerosos representantes de UGT, CC OO y USO así como del comité de empresa de la planta avilesina de la multinacional estadounidense del aluminio. Su presidente, José Manuel Gómez de la Uz, señaló que «hay que romper Avilés y enviar un mensaje claro a la empresa y al Gobierno para que haga lo que tenga que hacer para garantizar la continuidad de la industria del aluminio. La única alternativa es que las dos fábricas –la de Avilés y la de La Coruña- sigan produciendo al 100%. No hay otra», señaló. La manifestación saldrá el jueves a las siete de la tarde de la plaza del Vaticano y desembocará en la de España.


Antonio González, 'Peke', a las puertas del bar que regenta en San Balandrán, próximo a la factoría de Alcoa :: Patricia Bregón

Avilés se rebela contra el cierre de Alcoa: «Solo nos van a quedar las vacas»

«Creo que al final todo se arreglará, como en 2014, pero si no va a ser el caos», afirma Antonio González, propietario de un bar cercano a la planta | El anuncio de cierre mantiene en vilo a los vecinos de la parroquia de Laviana

J. F. GALÁN / AVILES

«Si cierra, va a ser un palo muy grande para toda la parroquia. Solo nos van a quedar las vacas». Francisco Muñiz expresa el sentir de los vecinos de Laviana, una parroquia del concejo de Gozón en la que viven no más de seiscientos vecinos que se extiende a lo largo de la margen derecha de la ría de Avilés hasta la playa de Xagó.

Es allí, en San Balandrán, a caballo entre Avilés y Gozón, donde se asienta la planta de Alcoa. Muñiz vive a las mismas puertas de la factoría, en una vivienda unifamiliar de Endasa, un poblado construido en los años sesenta por la Empresa Nacional de Aluminio, la antigua Endasa, embrión de la actual Alcoca. «En su día llegamos a vivir aquí 187 familias. Seríamos cerca de 2.000 habitantes, muchos de ellos niños», recuerda Muñiz, vicepresidente de la Asociación de Vecinos de Laviana.

Aunque hoy en día tan solo unos pocos vecinos de la parroquia trabajan en la factoría, Alcoa «le da vida a la zona. Genera mucho movimiento, tanto por parte de los trabajadores propios como de los de las subcontratas y los transportistas». Muchos hacen parada en los dos bares que quedan en San Balandrán, a escasos metros del acceso a la factoría y junto al muelle de Alcoa, vía de entrada de la alúmina que, procedente de San Ciprián (Lugo), alimenta la factoría.

«Si cierra va a ser el caos», augura Antonio González, propietario de uno de esos dos bares, el Bar Peke, su apodo, a cuya entrada una pintada sobre el suelo refleja el sentir de todos: «Alcoa no se cierra». Pese a los nubarrones, él se muestra optimista. «Creo que al final todo se arreglará, como se arregló en 2014», cuando la multinacional estadounidense del aluminio anunció un expediente de extinción de empleo que retiró posteriormente y que ahora, cuatro años después, ha vuelto a poner sobre la mesa.

José Ramón, propietario del cercano Bar Ramiro, no lo tiene tan claro. «Es lo que me transmiten los trabajadores. Lo ven negro, pero están dispuestos a luchar hasta el final. Nadie sabe lo que va a pasar, pero si la cosa no se arregla esto va a ser un desastre para Laviana, para la comarca de Avilés y para el resto de Asturias. ¡Y lo que podría estar por venir! En la zona hay varias empresas que dependen en mayor o menor medida de Alcoa, y si cae la grande... No queremos ni pensarlo». Eso sí. «Al menos siempre nos quedarán las vacas».


Los participantes en la marcha pasan por la zona industrial de Avilés en dirección hacia Llaranes, poco después de iniciar su camino hacia Oviedo :: Tarek Halabi

Un grito unánime: «¡Alcoa no se cierra!»

La marcha, con un recorrido total de 33 kilómetros, finalizó ante centenares de personas en la Delegación de Gobierno | Los vecinos de las zonas por las que pasaron los trabajadores salieron a la calle para mostrarles cariño y apoyo

SANDRA S. FERRERÍA / OVIEDO

Más de 150 trabajadores de Alcoa desafiaron al frío, el granizo y la intensa lluvia pusieron ayer desde la fábrica de la empresa a Avilés hacia Oviedo con un único objetivo: «¡Que Alcoa no cierre!». Y ese fue el grito de guerra con la que los componentes de la 'marcha del aluminio' recorrieron los 33 kilómetros que separan Avilés de la capital asturiana.

EL COMERCIO siguió a los trabajadores en una larga y dura jornada que comenzó pasadas las 7.30 horas, cuando los primeros en llegar comenzaron a preparar la furgoneta de avituallamiento. Bebidas isotónicas, agua y frutos secos para hacer frente a los 33 kilómetros que separan la ciudad del Niemeyer de Oviedo. Un cuarto de hora después un coche cargado de café llegó para proporcionarles el último desayuno. «Hay que coger fuerzas y entrar en calor», comentaban los trabajadores a la puerta de Alcoa.

Pasados unos minutos de la hora prevista, las ocho, 150 trabajadores de Alcoa iniciaron la marcha. El momento emotivo llegó cuando los compañeros que se encontraban trabajando les enviaron ánimos desde la ventana. «Es que no se puede parar la producción», afirmaba un trabajador poniendo la vista en el presente y en el futuro.

Las primeras etapas fueron «cómodas». Iban bien, esperanzados, con ilusión y no llovía, hasta que a la salida de Avilés, a la altura de Llaranes y cuando casi llevaban una hora y media de recorrido, la lluvia se unió a la marcha, convirtiéndose a las 9 y media de la mañana en una gran granizada, casi en Villalegre.

El granizo y el frío dificultó el camino, pero no lo hizo imposible. Tampoco la que cayó cuarenta minutos después en Nubledo. Paraguas e impermeable en mano, los trabajadores de la multinacional estadounidense, siguieron su camino a buen ritmo pasando por delante del antiguo Ayuntamiento de Corvera, por Cancienes y por Solís.

«Están apretando ahora ¿no?», comentaban los más rezagados durante la subida al alto de la Miranda. Y es que apretaron tanto que tenían previsto llegar al hotel Royal a las 12 de la mañana, una parada que se adelantó media hora por la rapidez y las ganas de la gente. Mientras la lluvia caía a cántaros, los trabajadores de Alcoa cogieron fuerzas bocadillo y café en mano. También hubo tiempo para asearse, para secarse, para curar pequeñas molestias en los píes y para cambiarse la ropa mojada por otra más seca.

La marcha se reanudó concretamente a las 12.34 horas. En ese momento el conductor de la furgoneta de avituallamiento pidió un disco de Víctor Manuel «para que sea más animado». Lo consiguió y la voz del asturiano acompañó a los trabajadores hasta la plaza de España, en Oviedo.

Posada de Llanera fue la antesala de lo que venía después. Varios vecinos, que a esas horas se encontraban en sus casas o en las cafeterías de la zona se asomaron a ver qué pasaba. Los aplausos y el apoyo mostrado fueron continuos, desde Posada hasta Oviedo, pasando por Lugones y La Corredoria.

Y es que la marcha de los trabajadores del aluminio recordaba a muchos una que se celebró en el año 2014. Especialmente la rememoraba el jubilado José María Ramos Rodríguez, 'El francés', que iba en la cabecera en 2014 y que «como no podía ser de otra manera» repitió ayer. Con una especial jovialidad después de haber dejado de fumar hace diez meses «la subida a la Miranda no es tan dura». Entre muchas bromas, durante un momento de la marcha se puso serio: «Esperemos que esto se arregle para la juventud, porque al final nos afecta a todos».

De la misma opinión fue Javier González quien aseguró que «lo que no podemos hacer es quedarnos de brazos cruzados en casa. Dependemos de esto para vivir».

Para Sergio Gómez la marcha es la única forma de «pelear» que tienen de momento. «Así canalizamos la frustración que la situación nos produce, porque es muy duro», aseguró durante la parada en Royal.

Las principales dificultades que se encontraron fueron las condiciones climatológicas «mucho frío y mucha lluvia», comentaban. Pero hasta el cielo los respetó. Y cuando subieron desde Toreno por Santa Susana hacia plaza de España al grito unánime de «¡Alcoa no se cierra!» paró de llover.


Iker y su madre Ana Rechs se prueban camisetas de apoyo a Alcoa en la tienda de Yolanda Rodero :: Patricia Bregón

Avilés, dispuesta a luchar por Alcoa

Las peticiones de camisetas de apoyo a la plantilla de Alcoa desbordan las previsiones | «No quedan tallas en la tienda y tengo más de 130 encargos», asegura la titular del único comercio que vende las codiciadas prendas contra el cierre

EVA FANJUL / AVILES

«Lo siento, no tengo tallas, se ha agotado y tenemos que encargar más», fue la frase más repetida ayer por la comerciante avilesina Yolanda Rodero. La estratégica ubicación de su establecimiento textil 'La Flor de la Canela' junto a la Plaza de España hizo que fuese elegido entre todos los comercios que se presentaron voluntarios para dispensar al público las camisetas amarillas en apoyo de los trabajadores de Alcoa.

«Fuimos muchos los comercios que tras participar en el vídeo contra el cierre de Alcoa nos ofrecimos a vender las camisetas. Estamos todos volcados en apoyar a estos trabajadores para que la planta no cierre», explica Yolanda Rodero, que cuenta con familiares y amigos en la plantilla de Alcoa.

La mañana en la tienda de Yolanda se convierte en un goteo constante de avilesinos que preguntan por las camisetas amarillas. De hecho, las tallas escasean y a medida que las existencias se agotan en la tienda aumenta el número de reservas que pedir al fabricante.

«Fíjate, ya llevo vendidas unas 160 y tengo apuntados más de 130 encargos», detalla la comerciante.

Las prendas se venden a cuatro euros, un precio de coste que se destina íntegramente a sufragar los gastos de las prendas. «No reporta beneficios pero sí mucha satisfacción por el apoyo que representa», apunta Yolanda Rodero. «La verdad es que es increíble cómo se está volcando la gente, ante el aluvión de demanda de camisetas que hay y nuestra imposibilidad económica de poder atender todas las solicitudes decidimos poner un punto de venta, además el taller que las hace está en Corvera y a la gente le costaba más desplazarse hasta allí», comentó el secretario del comité de empresa de Alcoa, Alberto Grijalbo.

El apoyo es unánime en Avilés y se nota en las calles. La gente se para a observar el maniquí que recibe al público en la tienda de Yolanda ataviado con la camiseta amarilla y el cartel de Alcoa no se cierra. Un cartel que se puede ver en casi todos los comercios y establecimientos de la ciudad.

Adultos y niños, plantillas de empresas, familias enteras se suman a al rechazo del cierre la planta aluminera y se preparan para acudir a la manifestación del próximo jueves.

«Yo creo que Avilés se va a caer de gente apoyando a los trabajadores de Alcoa, vamos a ir todos, porque si cierra es el principio del fin para Avilés. Detrás de esta van más», asegura tras comprar dos camisetas reivindicativas Gonzalo Suárez, siderúrgico retirado cuyo yerno trabaja en Alcoa.

Francisco Fernández, también jubilado, es de la misma opinión. «Yo ya tengo la camiseta y los que no la puedan conseguir seguro que van de amarillo, esto va a ser una marea amarilla. Ahora espero que el Gobierno lo tenga en cuenta haga algo, sino de poco va a servir», dice.

La clave de todo este apoyo es que «nunca hemos tenido un enemigo tan claro y que hay mostrado un trato tan despótico hacia los trabajadores y hacia la comarca», asegura Juanjo Estrada, secretario general de la Federación de Industria de USO, que se sumaba ayer por la mañana a la larga lista de clientes que buscaban talla de la demandada camiseta amarilla. «Me las han encargado los compañeros de la confederal que van a hacer un acto conjunto en Madrid», explica el dirigente sindical mientras compara el tamaño de las tallas. «Creo que esto va a ser una movilización sin precedentes», concluye.


detalle de la marcha de los trabajadores de Alcoa desde Avilés a Oviedo llevada a cabo el pasado 27 de octubre :: Mario Rojas

Los argumentos de Alcoa no son creíbles

La decisión de cierre de la multinacional en Avilés y La Coruña se sustenta en el reconocimiento de su propio fracaso

J. M. URBANO

La decisión de Alcoa de cerrar sus plantas de Avilés y La Coruña, en la que están en juego casi setecientos puestos de trabajo, no debería tener ningún tipo de respaldo político ni jurídico, ni tampoco comprensión alguna por parte de las autoridades de la Unión Europea. Simplemente bastaría con analizar con un poco de detenimiento el comunicado lanzado por la multinacional norteamericana el pasado día 17 de octubre para anunciar el cierre de dos de sus tres emplazamientos en España, quedándose solo con el de San Ciprián, Lugo. La sensación dada por la compañía aluminera con ese comunicado no puede ser más pobre, desde luego muy alejada de los postulados que deben presidir el funcionamiento de una gran empresa como esta. Alcoa aduce una serie de problemas que tendrían que dividirse en coyunturales, es decir, los que no dependen de ella directamente, sino de los avatares de una economía global y de los ciclos económicos que se producen de forma constante; y por otro lado, los estructurales, que sí son de su responsabilidad.

Empezando por estos últimos, es Alcoa la que reconoce que sus plantas de Avilés y La Coruña se han quedado atrás tecnológicamente, lo que ha conllevado la obsolescencia de sus sistemas de producción, además de la inexistencia de una diversificación de productos. No parece serio que una multinacional ponga eso por escrito como uno de sus fundamentos para presentar un expediente de extinción de contratos, o lo que es lo mismo, cerrar la puerta y marcharse.

Desde 1998, año en el que Alcoa se hizo con la antigua Inespal, en una operación redonda para los americanos y ruinosa para el Estado español, su sistema de producción no ha variado ni un ápice, basándose en la tecnología de cubas Soderberg, que en su día fueron novedosas, pero que hoy están ya en desuso y en clara retirada. Lo mismo se puede decir sobre el nulo interés en diversificar los productos para abrirse a nuevos mercados. La Coruña y Avilés siguen produciendo prácticamente lo mismo que hacían en 1998. De ahí que los problemas estructurales sean responsabilidad única de la propia empresa, que no solo no movió un dedo por avanzar en uno y otro sentido de los comentados, sino que limitó prácticamente sus inversiones a cumplir las exigencias de la Unión Europea en materia medioambiental y a realizar el mínimo mantenimiento. Últimamente, casi ni eso.

Todo lo demás son razones coyunturales a las que se enfrentan todas las empresas del mundo y en concreto todas las de la Unión Europea. No se pueden argumentar como razones de un cierre de esta categoría el señalar que la tarifa eléctrica española es elevada respecto a otros países. Alcoa sabe que ese panorama puede cambiar mañana mismo si el Gobierno de turno decide avanzar en la regulación de esa tarifa, además de mantener el servicio de interrumpibilidad para grandes consumidores, que a la postre supone un alivio en la factura final. Compañías como ArcelorMittal o como Asturiana de Zinc también padecen la misma tarifa eléctrica. Así lo han denunciado, pero en ningún momento han bajado la guardia, ni les ha impedido seguir invirtiendo y, lo que es más importante para ellas, ganar mucho dinero.

De la misma forma que Alcoa también lo ha hecho, porque aunque no haya cifras oficiales, llegó a hablarse de beneficios récord en 2017. Lo que sí se sabe es que el año pasado sus ventas en España ascendieron a 2.861 millones de euros, lo que supone casi el 30 por ciento de su negocio en todo el mundo.

Tampoco se puede argüir que Alcoa tiene un problema añadido con la 'invasión china' del mercado, algo que debería solventar la Unión Europea, en defensa de los intereses de los países miembros, pero exactamente igual que con los ‘disparates’ de la Administración de Donald Trump, que están provocando una guerra comercial que amenaza a los sectores tradicionales de la industria y a los que se empiezan a sumar otros que hasta ahora habían librado. A lo mejor Alcoa tendría que explicar si su decisión en España tiene algo que ver con su nueva posición en Estados Unidos, en donde el 'América first' de Donald Trump en su discurso de toma de posesión como nuevo inquilino de la Casa Blanca, está llevando a cantidad de empresas norteamericanas a anunciar su retorno a casa con nuevas y multimillonarias inversiones. 'América lo primero', sin duda.

Sin que se puedan comparar por tamaño y tipo de negocio, dos empresas del sector del aluminio en España nos están señalando en los últimos tiempos cuál es el camino para alcanzar beneficios y seguir creciendo. Ahí están los grupos Aludium, con el respaldo de Atlas Holding, que está creciendo y obteniendo beneficios cada vez mayores en las tres plantas que compró en su día a Alcoa: Amorebieta, Alicante y la francesa de Castelsarrasin, contando además con un centro de I+D en Alicante. O el grupo Alibérico, convertido en el primer grupo privado en el sector del aluminio, con diecisiete fábricas y ventas en setenta países. En ambos casos hay que hablar de inversiones, modernización de instalaciones, diversificación de productos y la necesidad de avanzar a través de la innovación y el desarrollo.

Finalmente, que una multinacional norteamericana aduzca en su decisión de cerrar en España el coste salarial de sus plantillas tampoco resulta creíble. Serán los mismos costes o parecidos que tienen el resto de empresas industriales de la Unión Europea. Cuando se habla de la competencia china por sus menores costes en este apartado, habría que preguntarse porqué países europeos como Alemania, Suecia, Países Bajos o Francia logran resultados espectaculares en cuanto a actividad industrial, mano de obra y riqueza, mientras los costes salariales están bastante o muy por encima de los españoles.

Si el Salario Mínimo Interprofesional puede servir de baremo solo haría falta comparar el de España (858,6 euros) con países europeos en donde hace tiempo que se superan los 1.000 euros: Francia (1.498,5), Alemania (1.498), Bélgica (1.562), Países Bajos (1.551), Reino Unido (1.463), Irlanda (1.563) o Luxemburgo (1.998,6).

En suma, si las razones de Alcoa para cerrar dos de las tres plantas que mantiene en España se resumen en el comunicado que dio a conocer oficialmente el pasado 17 de octubre hay que convenir en que existen razones más que suficientes como para exigirle una solución al problema que va a originar su decisión de cierre.

La multinacional norteamericana no puede pensar que le bastará con negociar unas buenas indemnizaciones a una plantilla, al menos la de Avilés, en donde la edad media de sus trabajadores es baja. No estamos hablando de empleados con cincuenta o más años que en una situación así podrían plantearse a lo mejor una prejubilación. Ni tampoco puede pensar que el territorio en el que ha estado en activo va a observar cómo se apagan las máquinas sin reclamar lo que en justicia le corresponde.

Si los directivos de Alcoa piensan que el cierre de Avilés y La Coruña no tiene marcha atrás y que incluso encuentra en ello una buena fórmula para evitar la competencia en el futuro, será el Gobierno de España y los gobiernos regionales, los sindicatos y las sociedades gallega y asturiana en general los que va a tener en contra.

Hay antecedentes en la Unión Europea en donde alguna empresa se ha expropiado y vendido apelando al «interés social» de los territorios. En el caso de Avilés y de Asturias, ese interés social estaría más que justificado.

En busca de aliados

Este periódico desveló en su edición de ayer la entrevista que mantendrá mañana lunes en Londres la ministra de Industria, Reyes Maroto, con Aditya Mittal, actual presidente, director financiero del grupo y consejero delegado de ArcelorMittal Europe. Una entrevista importante con el responsable de la compañía que más está apostando en este momento por la siderurgia en España, y en concreto en Asturias.

Hace mucho tiempo que se echaba en falta una cita como esta por parte del Gobierno español, la misma que debería mantener de forma permanente el Gobierno del Principado, porque solo con aliados de esta categoría se puede conseguir no solo su continuidad y su apuesta por el territorio, como está haciendo ArcelorMittal –y habrá que hablar un día del extraordinario significado de esa apuesta de la multinacional siderúrgica y la de los nombres que hay detrás–, sino las ayudas en un momento puntual para buscar soluciones a problemas como el que se ha suscitado ahora con Alcoa.

La ministra llevará en su agenda el nombre de otra multinacional como Liberty House, por si pudiera estar interesada en el aluminio de España, pero existen en el mundo de la industria otras empresas, otras multinacionales cuya pista depende en buena medida del acierto y de la constancia para buscarse buenos aliados como este de mañana.

CONTRA EL CIERRE DE ALCOA

Asturias se moviliza en defensa de la industria en la región. Todos con los trabajadores de Alcoa