IGUALDAD DE GÉNERO

Cuando ellas dicen 'No'

  • Gabriela González
  • Carlota Galache

¿Qué significa el consentimiento para las mujeres?
Asturianas responden a la pregunta

Para entender lo que significa el consentimiento para las mujeres, la mejor opción es escucharlas, ¿influye la edad o la situación personal?, ¿difieren sus opiniones o están de acuerdo?, un grupo de asturianas de distintas edades y profesiones responde a estas preguntas. Ellas tienen bastante clara la diferencia entre el sí y el no.

Con un sí, nunca hay dudas, pues con un no, tampoco debería haberlas"

EVA MARÍA PÉREZ
46 AÑOS   //   CONDUCTORA DE AUTOBÚS

Eva María Pérez tiene 46 años y trabaja en Emtusa, la empresa de transporte público de Gijón, desde hace trece. Anteriormente, desempeñó fue peluquera. Es madre y está muy volcada en dar una educación desde la igualdad en su familia. Ella entiende que el consentimiento es “una decisión que se toma de hasta dónde quieres llegar, qué quieres hacer y qué no. Además de tener la opción de parar en cualquier momento. Y se puede expresar de forma explícita o corporal.” Para expresar un sí cree que la mejor manera de hacerlo es “diciendo “sí”, cuando hay una situación en que las personas están a gusto y las cosas fluyen naturalmente, eso pasa porque quieres y es un sí rotundo. Surge de forma natural y no hay dudas.”

Y opina que igual debería hacerse cuando quieres expresar un no: “Tiene que decirse claramente; “no”, mostrando un rechazo, cualquiera de las dos personas puede mostrar un punto del que no quiere pasar y se dice abiertamente. La otra persona tiene que darse cuenta también. Un no se puede decir de forma verbal pero también se expresa con los gestos”.

“Habrá veces que sea más complicado, porque conoces a la persona de poco tiempo, porque no sabes muy bien como decirlo… Pero en el momento en el que se duda de si las cosas han ido bien y han sido consentidas, mala señal. Con un sí no hay dudas. Y con un no, tampoco debería haberlas”.


Por eso no entiende eso de que pueda existir una confusión sobre si se produjo un consentimiento o no. “No debería de ser complicado saberlo. Es una cuestión de respeto, de decir que algo no va bien. Hay que preguntar, hablar. Que haya un dialogo es importante, dejar claro qué quieres hacer y qué no, pero que en ningún momento te sientas obligada a nada.”

Aunque también es consciente del peso que tiene la sociedad en la que vive, la historia y la educación. “A veces cuesta porque las mujeres somos las que tenemos que decir sí o no y la mujeres a veces no toman la iniciativa porque en cierta manera sigue estando mal visto. Es como que el hombre dicta y nosotras tenemos que adaptarnos a sus gustos. También aquello de la fama de la mujer, el decir “si llegas a este punto tienes que seguir porque me voy a llevar una fama que no quiero. La sociedad es la que nos ha acostumbrado a que la mujer no sea la que tome la iniciativa y por eso a una mujer le cuesta más decir que no. Ellos son los que siempre tienen ganas y nosotras las que tenemos que adaptarnos.”

¿Es diferente el consentimiento para los hombres que para las mujeres? Eva María lo tiene claro; “Sí, por supuesto. Ellos son los que consienten siempre porque siempre están dispuestos, eso se da por hecho. Somos nosotras las que decimos hasta aquí, es algo social; nos han educado así y que sea una mujer la que tome la iniciativa ya le supone que va ser mirada mal porque socialmente no está bien aceptado.”

Para ella, la educación sexual en los colegios e institutos resulta fundamental: “Nos falta mucho en educación sexual, algo fundamental en los colegios para educar en igualdad a niños y a niñas desde pequeños. Nosotras somos las que tenemos que tener cuidado al salir a la calle. Un hijo te da igual que esté con las que quiera, pero una hija hay que tenerla controlada. Los padres muchas veces son los que primeros crean la diferencia en casa, una diferencia educacional. Pero problemas podemos tenerlos todos.”

No recuerda haber visto a ninguna mujer sufrir delante de sus ojos una situación incómoda, una situación de acoso, pero sí que es consciente de que tanto ella como sus compañeras de profesión sufren a veces comentarios desagradables por parte de pasajeros “hay hombres que suben al autobús y te sueltan los comentarios típicos de “estabas mejor en tu casa”, “vete a fregar”… Porque hay a quienes les sigue resultando raro ver a una mujer conduciendo un autobús supongo…”.




El concepto consentimiento no es uno que haya sido cercano a ella desde siempre, de hecho “en mi época, en mi generación no se hablaba de esto para nada. Era el chico el que mandaba.” Es consciente de las diferencias que sufría en su propia casa: “Mi hermano salía y volvía y no pasaba nada, yo cuando volvía a casa tenía poco menos que entregar un parte para contar con quién había estado, qué había hecho… A mí se me repetía la frase de “date a valer, no vayas con cualquiera” y a mi hermano eso no se lo dijeron nunca. Si iba con cincuenta sería mejor para él, ahora, si la que lo hacía era yo, la cosa cambiaba”.

Pero también se reafirma en que es muy importante la forma de ser: “Supongo que va con el carácter de las personas también, porque yo siempre he sido libre para tener las relaciones que he querido, estando a gusto conmigo misma y creo que nunca he hecho nada que no haya querido.”

A pesar de trabajar en un sector muy masculinizado nos cuenta que sus compañeros las tratan con respeto e igualdad, aunque al principio no fue así “la gente, los hombres que había, que eran mayores, que estaban ya para jubilarse, no veían muy normal lo de ver a una mujer conductora, les chocaba” y reconoce que aunque nunca ha sufrido una situación de acoso, el miedo siempre va con ella “haciendo el servicio de ‘Búho’ por la noche, con hombres bebidos y siempre hay alguno que te dice alguna tontería o una babosidad. En ese momento contestas lo que sea o ignoras, pero no tienen la fuerza para hacerme sentir mal. Las mujeres en la empresa ese miedo lo tenemos, porque si te quedas sola con alguien es complicado, porque no tienes defensas como mujer.”

Piensa que a los hombres, todo el tema del consentimiento sexual no les preocupa apenas y a los que sí “alguno que tenga un poco de conciencia estará preocupado por si se pasa o no de la raya, porque una mujer le diga que ha hecho algo mal sin que sea consciente. Pero en cambio a otros no les preocupa nada. No lo entienden como lo entendemos nosotras, tienen miedo a que alguien les denuncie, no a hacer las cosas bien o mal, lo que tienen miedo es al castigo.”

Sin embargo, Eva María es rotunda a la hora de saber qué le diría a una mujer que sufre algún tipo de acoso: “Como les digo a mis hijos, que pidan ayuda a la gente de confianza que tengan cerca. Que lo cuenten y no se culpabilicen, porque si te pasa algo así, tú no tienes la culpa. Hay que buscar ayuda porque de todo se sale en esta vida, buscando la ayuda correcta. Hay que hablar, siempre tienes alguien a quien puedas confiárselo. Aunque la persona a la que se lo cuentes no sepa qué hacer, buscará ayuda. Lo importante es no callarse. Porque todo tiene solución si se la pones a tiempo.”

Te puedes sentir incómoda con hombres de todas las edades. A veces se toman confianzas que no entiendes"

LAURA FERNÁNDEZ
31 AÑOS   //   DEPENDIENTA

Laura Fernández tiene 31 años. Actualmente trabaja como dependienta en una tienda de productos de peluquería, además de estudiar un ciclo formativo superior. Para ella, el consentimiento "es una actitud por la cual dos personas entienden que aceptan y quieren lo mismo en un ámbito íntimo. Hay veces que se dice de manera explícita, con palabras y otras veces que sin ellas también se entiende si se quiere o no. Hay que saber leer entre líneas la actitud de la otra persona. Pero eso se ve y si hay dudas, se pregunta.”

“Un sí -dice- se puede expresar además de con la propia palabra, con la actitud, hay un lenguaje no verbal que todos deberíamos conocer y saber leer. Si ves que la otra persona está incómoda, obviamente no es un sí; percibes su incomodidad, es algo que se ve claramente. No se debería forzar nada y todo el mundo puede entender las señales.”

También tiene muy claro cómo se dice no: “La manera más directa yo creo que es con palabras y decir que no quieres. Pero también entiendo que hay mucha gente, muchas chicas, a las que les cuesta verbalizar un no. Entonces con la actitud se ve, los gestos, si se echa hacia atrás… Son cosas que se entienden perfectamente y que se aprecian en la cara, en la expresión...”.


Y no comprende cómo no puede entenderse si una relación es o no consentida. “Para mí no es confuso. Yo creo que se puede percibir muy rápido; sabes cuando una persona está cómoda contigo o no. Y si es en un contexto íntimo, como puede ser una relación sexual o incluso un beso; el espacio es reducido y tú percibes cómo se siente la otra persona. Me parece imposible o muy raro que una parte no sepa cómo está la otra. Me cuesta entender que haya gente que no se dé cuenta”, sostiene sin ninguna duda.

Aunque sabe que el consentimiento debería ser lo mismo para hombres que para mujeres, entiende que hay un problema educacional, una cuestión social. “Creo que ellos no entienden de la misma manera las cosas o no están educados para entenderlas igual. En cuanto al lenguaje no verbal estamos más sensibilizadas nosotras. Ellos muchas veces no lo quieren entender tampoco, ni aceptan ese no por respuesta. Aunque tú utilices un lenguaje no verbal dando a entender que no estás cómoda siempre está el típico que insiste. Insiste porque así ha sido educado, ¿no? ‘el que la sigue la consigue’. A mí no me han educado para ‘la que la sigue lo consigue’, es un dicho para hombres. Ellos están educados de otra manera y por tanto lo entienden distinto.”

Ante la pregunta de si alguna vez ha presenciado una situación de acoso a otra persona, Laura responde con rapidez. “Sí”. “A gente conocida, amigas, y además a bastantes. Estar de fiesta y que un chico te agarre y te diga que quiere bailar contigo, mi amiga decirle que la deje que está con sus amigas y que no quiere, que no lo conoce y el tío seguir insistiendo. Yo creo que a todas nos tocaron el culo alguna vez; pasando por algún sitio donde hay mucha gente, que cuando te das la vuelta están todos mirando para arriba y no sabes quien fue. Yo creo que a todas mis amigas y a mí incluida, situaciones de estas hemos pasado varias veces a lo largo de nuestra vida”, explica.

A sus 31 años, reconoce que nadie le habló del término ‘consentimiento’: “Lo he aprendido por experiencias propias. Fui a un colegio de monjas y claro, allí no había charlas de educación sexual, de feminismo ni de nada. Iir a ese colegio me enseñó como no hay que ser en la vida y todo lo demás lo aprendí fuera, a base de experiencias, unas mejores y otras peores.” Y una de esas malas experiencias la vivió con tan solo 18 años. Laura quería ganar su dinero, como sus amigas, trabajando los fines de semana trabajando para no tener que pedirlo en casa. En esa búsqueda inocente de su primer empleo, se encontró con un hombre cuyas intenciones no eran las que le había comentado en el anuncio de trabajo. Lo cuenta serena y con una fuerza arrolladora, aunque confiesa que es un tema que apenas ha verbalizado desde que ocurrió.




Su relato plasma otro problema: la culpa. “Cuando lo conté en casa, me sentía fatal. Al verme rara me preguntaron que qué había pasado y yo, suavizando la situación lo conté por encima. Mi padre se volvió loco con aquella versión edulcorada y yo no me atreví a contar más. Yo fui en falda y pensaba que ‘no tenía que haberme puesto esta falda, si hubiera llevado pantalón…”, explica.

Antes de desempeñar su trabajo actual, Laura trabajó de camarera eventualmente durante un tiempo. En el mundo de la hostelería, las mujeres, relata, tienen mucho con lo que bregar. “Estuve de camarera alguna vez puntual en bares de noche, poniendo copas y de relaciones públicas hace unos años. Y luego estuve otra época, unos seis meses, en una cafetería. Tanto en ambiente de día como de noche me sentía incómoda. Tú estás detrás de una barra y no sé qué pasa, pero de repente te ves expuesta a que la gente comente sobre ti cualquier cosa, se toman confianzas que no entiendes. Me he sentido incómoda con gente de todo tipo de edades, de más de 60 y de menos de 20. Gente que hacía todo tipo de comentarios, desde el que no te conoce y te quiere esperar a la salida del turno para invitarte a una caña; el que te mira el culo todo el rato y te incomoda muchísimo, comentarios fuera de lugar… En una ocasión me sentí incómoda incluso por el dueño del local. Pasaba por la barra, te agarraba por la cintura y te quedabas flipando porque era como “¿qué haces?”. Son muchas cosas”.

En cuanto a los hombres, tiene cierta esperanza de que vean en este tema algo sobre lo que aprender y no con lo que sentirse atacados. “Quiero pensar que cada vez les preocupa más y a más. Pero no les preocupa lo mismo que a nosotras ni mucho menos. Pero todo por educación, no están educados como nosotras y eso lleva a que no tengan conciencia del problema. Cada día gracias a que todo esto se mueve y se habla, se mira y se interesa un poco más. Pero creo que no les preocupa como a nosotras”, lamenta. Por eso, lanza un mensaje directo y contundente a todas aquellas mujeres que estén sufriendo alguna situación de acoso: “Que no sean tontas y lo cuenten, que tengan claro que no es su culpa por absolutamente ningún motivo, ni por lo que digan, ni por como vistan. Yo creo que todas tenemos que contarlo para que se vea la magnitud de esto. Y todas deberíamos señalar al culpable. Y denunciar. A día de hoy, que soy una persona diferente a la que era cuando sufrí aquella situación. Hoy le habría denunciado”.

Ahora que nosotras nos estamos plantando ellos empiezan a incomodarse y a colapsar porque no entienden la desigualdad con la que vivimos"

LUCÍA FERNÁNDEZ
20 AÑOS   //   ESTUDIANTE

Lucía Fernández tiene 20 años y muchas ganas de cambiar las cosas. Promotora de Igualdad de Género, vinculada con el movimiento feminista y al asociacionismo, siempre activa para reivindicar sus derechos. Actualmente, trabaja en la RTPA, en el programa ‘La buena tarde’, donde expone cada día temas relacionados con la mujer y el feminismo.

Cuando se le pregunta por el consentimiento sexual, ella, explica que “yo por consentimiento entiendo el hecho de que cuando tú tienes un deseo y quieres hacer algo, entendiendo que estamos hablando de una relación entre dos personas, que ambas partes estén de acuerdo en lo que están haciendo en todo momento y que sobre todo lo hablen, lo verbalicen y que si no quieres, no se hace.” Y puntualiza: “Creo que el problema está en que muchas veces no se atreve a verbalizar por miedo, porque entran en juego otros condicionantes como el hacerlo porque la otra persona no se enfade o anteponer los deseos de la otra persona a los tuyos. El consentimiento sexual es fundamental para mantener cualquier tipo de relación”. A la hora de expresar un sí, explica, “se puede decir verbalmente ‘sí quiero hacer esto’ o si no, lo puedes expresar de forma corporal, con los gestos o la fluidez de la situación. El lenguaje corporal es importante y se tiene que entender.”

Sin embargo, “un no debería aprenderse a decir más claramente, sobre todo las mujeres, porque muchas veces yo creo que no se nos ha explicado o nos han hecho creer que no tenemos ese derecho a decir ‘NO’, que no tenemos ese derecho sobre nuestro cuerpo, y muchas veces ellos no se lo toman en serio, es eso de ‘me está diciendo que no, pero significa que sí’; pero si digo no, es no, y ya estamos cansadas de decirlo. Las mujeres no incitamos a nada, no queremos jugar, si te piden que pares es que pares y si no lo haces, estás cometiendo un abuso.”


Para ella no existen dudas ni cabe confusiones. Responde a esa pregunta con tanta rapidez como rotundidad, aunque “entiendo que tienes que reconstruirte y entender muchas cosas de cómo funciona el mundo para llegar a eso. Yo en alguna ocasión, estando con alguna persona, no quería estar con ella pero estaba por estar; ahí puede ser confuso si yo a esa persona le digo no y de primeras le he dicho sí, pero que me da igual el momento en el que estemos en la relación, cogidos de la mano o besándose, si te pido que pares hay que parar. Para nosotras creo que es más fácil entender cuando nos están diciendo que no o cuando nuestro deseo tiene que parar. Yo creo que no es confuso o al menos que no debería serlo. Hay que hacer un ejercicio por ambas partes, pero más por la de ellos.”

En cuanto a si hay diferencias en el consentimiento entre hombres y mujeres, Lucía hace una reflexión: “Creo que sí es distinto, pero creemos que es igual. Es lógico que haya que enseñar a hombres y mujeres qué es el consentimiento y que si te digo que no es que no, que no estamos nadie obligados a hacer nada que no queremos. Pero esto es teoría y en la práctica podría ser así de sencillo si no existiera un sistema patriarcal y de desigualdad de género donde las mujeres salimos perdiendo. Si a mí un chico me dice que no quiere hacer nada yo voy a aceptarlo y no voy a darle más vueltas ni seguir insistiendo. Pero si a ellos toda la vida se les ha recalcado que las mujeres cuando decimos no, en verdad estamos diciendo que sí, ese mensaje cala y se invalida la opinión de las mujeres, lo que sentimos y lo que queremos. Además de ponernos en peligro ante ciertas circunstancias. El consentimiento se entiende de forma distinta porque nosotras jugamos con desventaja y ahora que nosotras nos estamos plantando ellos empiezan a incomodarse y a colapsar porque no entienden la desigualdad con la que vivimos.”

A sus veinte años sabe que para las mujeres, el mundo no es sencillo y que “todas, en algún momento de la vida”, sufren algún tipo de abuso o acoso “de hecho creo que no hay fin de semana -ahora porque estamos en pandemia- que no haya salido con amigas y no nos haya pasado algo de decir ‘¿pero qué está pasando?’. De estar un grupo de amigas, en mi caso somos cinco, que estemos bailando y que a una de ellas se le acerquen dos personas, la agarren por la cadera y se la quieran llevar de allí. Luego pedir explicaciones y que te digan que era una broma. Sí, bueno… Broma lo será para ellos, porque que te cojan por la cadera dos desconocidos y te arrastren fuera de tu grupo de amigas no es algo cómodo. Yo creo que no hay mujer que haya vivido o no conozca a alguien que haya sufrido una situación de acoso o abuso”.

Y es que si algo se nota en las generaciones más jóvenes es que han podido recibir ciertos talleres de educación sexual. “En Asturias, hemos tenido y tenemos el programa ‘Ni Ogros ni Princesas’”, que se imparte en los institutos en la etapa de Secundaria. Lucía, por su edad, se vio beneficiada con este programa, pero apunta que empezó a tener conciencia con estos temas “cuando empecé con todos estos temas de cultura y conciencia feminista, con catorce o quince años. El concepto se fija con las vivencias porque una cosa es saber la definición de la RAE y otra cosa comprenderla. Y por medio de charlas, conferencias y que tuve la suerte que durante toda mi etapa en el instituto desde los 12 a los 18 venían a dar talleres sobre educación sexual y diversidad sexual. Que yo recuerdo que de aquella yo era muy crítica con ellos porque quizá estaba en esa etapa de adolescencia en la que piensas que lo sabes todo; que luego creces y conoces personas y situaciones muy distintas y das gracias a esos conocimientos, por muy sencillos que parezcan.”




Lucía también ha sufrido en su persona situaciones desagradables. “Hubo una vez de fiesta que se acercó un conocido, al que saludo con normalidad y se pone a bailar conmigo. Hasta ahí todo normal, hasta que empezó a cogerme por la cintura, a tocarme el culo, abrazándome o besándome en el cuello. Mientras yo quería apartarlo y claro, estaba rodeada de gente que fue lo que me cortó de liar una buena. Le pedí por favor que parara, y él lo que hizo fue llamar a otro de sus colegas que se puso por detrás de mí como no dejándome salir. Todo esto para ellos fue un ambiente festivo y de pasarlo bien, pero para mí fue una situación súper incomoda. No consideré que fuera una situación grave porque también les conocía, si eso lo llegan a hacer dos desconocidos lo hubiera pasado mucho peor. Que ese es otro tema, cuando la persona que conoces es la que hace algo que te incomoda se ve de otra manera”. De esa experiencia, ella aprendió algo “lo que entendí en todo esto es que ellos pueden hacer lo que quieran mientras sea en un tono de broma, pero que no entendieran en ese momento que yo estaba mal y que no era un ambiente cómodo para mí, me chocó mucho. Ellos tienen asumido que pueden hacer lo que les dé la gana cuando les dé la gana.”

Siguiendo por esa dirección y cuánto cree que les importa este tema a los hombres, Lucía es clara y habla esperanzada: “Por suerte cada vez les preocupa más. En los últimos años yo creo que el tema de las nuevas masculinidades se está trabajando mucho. Pero es como lo que comentaba antes, una cosa es que la teoría me la sepa y otra cosa es la práctica. Es decir, me puede venir un chico muy revolucionario y muy ‘aliado’ que te dice que entiende tu lucha y te enteras que ese mismo chico ha intentado tener algo con tu amiga y se ha enfadado mucho al ser rechazado porque es muy buen tío. Que los discursos están muy bien pero tienes que aplicarlo, me sirve mucho más que amigos pregunten cosas porque quieren entender lo que está mal. Es tan fácil como saber escuchar y empatizar”.

También tiene claro lo que ella les pediría: “Tienen que aprender a decirles las cosas claras a sus amigos. Si ven un comportamiento que no es el correcto, que sepan decirles que eso está mal sin tener miedo y no reírle la gracia. Falta mucho por hacer y por trabajar; tampoco quiero decir que tengamos que ir nosotras detrás explicando las cosas porque no somos la Wikipedia de nadie, pero sí que creo que hay ciertas circunstancias en las que sí tenemos que tener paciencia y de la misma forma en la que nosotras vamos aprendiendo cosas, ellos también pueden hacerlo. Porque tienen un peso y una estructura de la masculinidad muy fuerte que les impide y les pone barreras para romper con muchos problemas”.

Respecto a cualquier mujer que esté sufriendo cualquier situación de acoso, Lucía responde firme: “Que lo denuncie. Que si puede, lo denuncie. Y digo que si puede, es que esté preparada para hacerlo. Muchas veces cuando hablamos de situaciones complicadas, de abusos, para la persona externa es muy fácil decirle lo que tiene que hacer la persona implicada. Si las cosas estuvieran mejor a nivel legal sería más fácil hacerlo. Denunciar es importante pero hay que ser realista también y decir que ese proceso judicial va a ser duro y complejo, pero al final no se puede dejar a abusadores en la calle. Y que antes de denunciar pida ayuda, porque muchas veces sabes que algo va mal pero no sabes hasta qué punto eso es grave. Hablarlo con gente cercana que te pueda apoyar o ir a un Centro Asesor de la Mujer donde hay especialistas y gente preparada que está haciendo las cosas muy bien”.

El problema es que en una agresión sexual el agresor nunca quiere escuchar un no”

ANA MEJIDO CASTRO
54 AÑOS   //   ENFERMERA

Ana Mejido tiene 54 años y es enfermera. Concienciada con el feminismo, sabe del tema más quizá de lo que le gustaría, porque debido a que en su trabajo, a menudo, se encuentra con mujeres víctimas de abusos o agresiones sexuales. Para ella, el consentimiento es “un acuerdo mutuo cuando dos personas deciden hacer una actividad sexual. Un acuerdo mutuo para realizar el acto entre dos, tres personas, las que sean”.

Considera que expresar un sí en el contexto sexual “puede ser de muchas maneras, puede ser una caricia y muchas cosas. Debe ser un sí rotundo, específico, concreto y nada de “es que entendí que…”, no. Tiene que ser algo tratado, hablado y decidido por todas las partes.” Por otro lado, un no, “se expresa no solo con la palabra, sino también con gestos de rechazo”.

En cuanto a si es distinto el consentimiento en hombres y en mujeres, Ana explica: “Es lo mismo agredir sexualmente a un hombre y a una mujer. Las mujeres estamos en minoría porque se cometen más violaciones al sexo femenino, pero creo que el consentimiento de cualquier persona puede estar en peligro con las agresiones. En cuanto a la sociedad sí se entiende de manera completamente distinta, como si el “no” femenino fuera más pequeño porque venimos de una sociedad que no es para nada moderna. En mi caso por la edad que tengo no tuvimos para nada una educación sexual y era un tema tabú. Lo que aprendimos lo aprendimos por nuestros propios medios y por supuesto mal, porque cuando aprendes algo por tus propios medios necesitas de alguien que te enseñe el camino y que te oriente, y eso no lo tuvimos. Y no solo gente de mi edad, sino ahora mismo, que hay tanta información, es increíble el abuso sexual que existe. Venimos de una sociedad que es machista, que no valora al otro sexo.”


Sobre si es confuso saber cuándo alguien se está produciendo el consentimiento y cuando no, Ana tiene claro que “no debería ser confuso. El problema es que en una agresión sexual el agresor nunca quiere escuchar un no. Nunca entiende el no. Tiene otra cosa en la cabeza y le da igual como digas el no. Le da igual que lo digas con gestos o con palabras. También hay mucha gente que ante un abuso sexual a una mujer a veces dice ‘iría provocando’ o ‘es que beben y fíjate lo que hacen’. Es que da igual que beban o que lleven minifalda o lo que sea. No significa no”.

Con el paso de los años, se ha dado cuenta de que “en la adolescencia viví cosas que ahora recuerdo y te das cuenta de que eran abusos entre parejas. Esa manipulación que teníamos todas, la presión de grupo, como teníamos que vestir de una manera para salir y tratar de gustar. En el trabajo también he vivido muchas situaciones de ese tipo”. A la hora de conocer todos estos conceptos, “no los aprendí en el colegio, sino por experiencias propias, leyendo, escuchando a personas que pensaban como yo, a gente que sabía y sabe muchísimo de feminismo y de libertad sexual. Me interesé por el tema, luego fui madre y siempre tuve muy claro cómo tratar a mis hijos en ese tema, además de cómo tenían que tratar a sus relaciones”.




Sobre su experiencia personal, Ana nos cuenta que “viví un abuso cuando tenía once o doce años. Vengo de una familia religiosa, no sabía nada sobre el sexo y viví un abuso. Recuerdo perfectamente la situación y en ese momento no me sentí violenta porque era una niña y no sabía lo que era, no me sentía cómoda, pero no lo sentí como una agresión. Si fuera ahora mismo, diría clarísimamente que sí fue una agresión pero de aquella ni se oía, ni yo sabía lo que eran las relaciones sexuales todavía. Cuando llegué a casa y lo conté, al ver la reacción de mi madre ya lo relacioné como algo malo. Con los años lo llevé peor que en el momento porque cuando tenía esa edad no sabía lo que había sufrido. Lo sufrí más tarde, años después. Cuando lo pude expresar me sentí más aliviada pero me veo en la situación de otras mujeres que lo estén viviendo hoy por hoy y es peliagudo”:

Sobre la concienciación de los hombres con el consentimiento, opina que “hablando de rango de edad, a los hombres mayores no les preocupa nada por lo general, aunque es muy malo generalizar. Entre la gente joven también veo muchos casos que no preocupa el consentimiento para nada, como ocurre con las violaciones en grupo. Quiero creer que hay una parte de la sociedad que estamos concienciados, pero la gran mayoría no lo está. ¿Cuántos hombres vemos el 8M en las calles? ¿Por qué no hay más?”.

Y también quiere mandar un mensaje claro a toda mujer que sufra o haya sufrido algún tipo de abuso: “Que busque ayuda, que hay medios para salir de estas situaciones. Si tienes alguna persona en la que puedas confiar, cuéntale lo que sientes. No es normal tener una relación tóxica, ni que tu pareja te agreda, lo normal en una relación es que las cosas vayan bien y que no abusen de ti. Y a la sociedad en general le diría que deberíamos ser todos apoyo de los demás y actuar ante este tipo de situaciones. Si vemos que alguien está sufriendo algún abuso, no nos podemos quedar como si nada. Hay que acabar con la impunidad.”

La confusión es una disculpa que se da. Hay muchas señales, tanto verbales como corporales para indicar que no”

BEGOÑA PIÑERO
64 AÑOS   //   FLORISTA

Begoña Piñero tiene 64 años. Es florista y, además, la presidenta de la tertulia feminista Les Comadres. Es una mujer luchadora, directa y con mucho que decir. Lleva tantos años dentro del movimiento feminista que cuando habla, su relato es la muestra la lucha y los cambios que se han producido durante los últimos años.

Cuando aborda el consentimiento, Begoña hace un repaso temporal. “En un principio y desde el mundo feminista empezamos hablando de consentimiento porque lógicamente las relaciones sexuales se establecían de aquella manera y parecía que nosotras siempre teníamos que estar dispuestas a la llamada de la otra parte. Ahora nos gusta hablar más de deseo. El consentimiento tiene que ir unido al deseo.

Nosotras le decimos a las chicas jóvenes y no tan jóvenes que no solo vale consentir sino que ellas tienen que desearlo igual que la otra parte. Esa sería la única manera de que las relaciones fueran en igualdad: consentimiento y deseo”.

A la hora de explicar cómo se manifiesta un sí, cómo se expresa el consentimiento, Begoña es clara “cuando estás manteniendo una relación sexual se expresa de todas las maneras posibles. Bien sea por lo que estás diciendo o por lo que tu cuerpo demuestra. Hay que ser muy torpe y tener pocas ganas de entender para no saber si la persona con la que está lo hace por estar o porque lo desea.”


¿Y cómo se manifiesta un no? “De la misma manera que un sí. Bien porque lo digas verbalmente o bien porque tu cuerpo no demuestra las actitudes que tienes que tener para mantener relaciones. Quería aclarar además que tú puedes querer mantener relaciones, pero si la otra parte quiere hacer algo que a ti no te apetece, tienes derecho a cambiar de idea aunque estés en medio de las relaciones. Hay que ser receptivo con la persona que tienes como pareja.”

Cuando se le pregunta a Begoña si el consentimiento es distinto para hombres que para mujeres es clara: “No debería. Lo que pasa es que a los hombres les enseñan que tienen que tener ganas siempre. Y que siempre tienen que estar dispuestos. Mientras que a nosotras nos enseñan todo lo contrario: si tenemos ganas, no las tenemos que demostrar y si alguien nos demuestra las suyas, tenemos que acceder. Pero debería ser igual porque el deseo es individual. Se debería buscar estar de acuerdo con la otra persona para mantener una relación, tampoco es tan difícil”.

Sobre la confusión a la hora de saber cuándo alguien consiente y cuando no, es rotunda: “Eso es una disculpa que se da. No es nada confuso. Hay muchas señales, tanto verbales como corporales para indicar que no. Incluso cuando al empezar las dos partes deberían saber hasta dónde quieren llegar, aunque luego se pueda cambiar de opinión.”

Si alguna vez ha visto a alguna mujer sufriendo alguna situación de acoso, nos comenta que “No. Por mi edad, las formas de salir y relacionarse eran de otra manera. Yo personalmente sí las he vivido, me ha tocado ver a más de un exhibicionista, escuchar piropos muy groseros y encontrarme con gente que te toca por la calle y trata de sobrepasarse. Pero ver como se lo hacían a otra persona no, porque habría intervenido.”




Por la generación a la que pertenece, su educación fue muy distinta: “En el colegio no nos enseñaban nada. Yo siempre fui una persona con las cosas claras en cuanto a relaciones. Ten en cuenta que en mi época si te negabas a tener relaciones te llamaban estrecha, pero a mí no me importaba. Yo quería tener relaciones con quien yo quería, lo tenía claro. Entonces tú vas aprendiendo lo que es. Si alguien te toca un pecho sin que tú quieras, lo aprendes sobre la marcha. Lo aprendes en ti y en lo que ves que les pasa a otras chicas. Es un aprendizaje personal y colectivo porque ves que no te pasa a ti sola”. Begoña, como casi todas las mujeres, también vivió personalmente una situación de acoso: “Viví de niña una situación muy desagradable. Sustituía a mi padre en un trabajo y viví una situación en la que incluso me vi demasiado amenazada, pasé hasta miedo. El señor en cuestión decía que era comunista y creía que tenía que decir que sí a todo lo que él quisiera, y yo no quería nada con él.”

Sobre lo concienciados están los hombres sobre este tema, pone sobre la mesa varios problemas que explican su opinión. “Como la educación sigue siendo la misma, muy poco. Luego está el peligro de la pornografía, a la que acceden a edades cada vez más tempranas y que es la educación sexual que tienen. Y en la pornografía las mujeres son un cero a la izquierda. En esto sí que creo que en lugar de ir hacia delante vamos hacia atrás. Confío en que las chicas jóvenes tengan la personalidad tan formada y sepan lo que quieren, que les puedan poner freno”.

A las mujeres que vivan o hayan vivido una situación de acoso, Begoña les dice que “si puede ser, que lo denuncien. Ahora hay muchos mecanismos para eso. Aunque es verdad que en nosotras sigue no existiendo el principio de veracidad y que se duda de lo que decimos de antemano, hay otros cauces donde comentarlo. Existen asociaciones y ahora mismo en Asturias hay un centro de crisis que funciona las 24 horas del día. Si tú no lo puedes frenar y decir hasta aquí, hay que denunciarlo antes de que sea más grave. Luego también me gustaría decirles que las relaciones son para que las dos partes se sientan satisfechas y escojan qué hacer y cómo hacerlo. Entre los dos todo puede ser admitido siempre y cuando los dos quieran. No es una cuestión de moral. Es cuestión de que los dos decidan qué hacen para pasarlo bien”.

He visto a una compañera esconderse en un almacén porque no soportaba más el acoso y derribo"

RAQUEL VALLE
25 AÑOS   //   CAMARERA

Raquel Valle tiene 25 años y es natural de Llanes. Ha estudiado Historia del Arte y actualmente trabaja como camarera en un bar de su localidad natal para poder dedicarse a su gran pasión: el cine.

Para ella, “el consentimiento sexual es un consenso, un acuerdo entre las dos partes para que algo ocurra y llegar a un fin común, de forma pactada y donde todo el mundo acepte las condiciones”. Y tiene claro cómo se tiene que expresar un sí: “Un sí es claro y rotundo. Si quieres algo, un sí se entiende, puede que con un no tengas más problemas para expresarlo. Si es sí, no hay más. Se puede decir con palabras pero también de forma no verbal, con gestos y comportamientos que muestran que te sientes cómoda, que todo va bien”. Por otro lado, a la hora de expresar un no, opina que “se debería expresar con la misma rotundidad que el sí, que no por vergüenza o por quedar bien lo digas a medias tintas. Pero es evidente que hay una tensión corporal, un rechazo que si estuvieras cómoda y consintieras, no existiría”.

Sobre las dudas y lo confuso que puede resultar saber cuándo alguien consiente y cuando no, Raquel es clara “No creo que sea confuso para nada. Y cuando se aferran a ese discurso, a decir ‘es que no lo dejó claro’, me parece que no tiene ni pies ni cabeza. Ese argumento es el fácil, mejor decir que la culpa es de nosotras, las que solemos sufrir estos problemas y no reconocer que hay un problema social que les incumbe a ellos. Porque no hay dudas, cuando consientes se nota y cuando no, también.”


Si hay diferencias a la hora de tratar el consentimiento entre hombres y mujeres, expone que “puede ser que nosotras insistamos menos y ellos más. Nosotras siempre tenemos más miedo. Se nos ha inculcado ese miedo a que nos pase algo malo e intentamos persuadir a la otra persona de forma pausada y tranquila, evitando el conflicto. Tenemos que tener cuidado, ir siempre juntas por lo que nos pueda pasar. Sin embargo, no se les educa a ellos a que se comporten como tiene que ser y no hacer cosas que nos incomoden. Ellos tienen un extra de seguridad ante esas situaciones que nosotras no tenemos porque tenemos miedo a volver a casa solas de noche…”.

Al trabajar en hostelería, presenciar situaciones de acoso a compañeras u otras mujeres es el pan de cada día. “Es triste decirlo, pero en mi trabajo como camarera, a menudo de noche, mis compañeras y yo sí que sufrimos acoso, no constantemente pero sí con una facilidad pasmosa en muchos casos. He visto a una compañera esconderse en el almacén porque no soportaba más el acoso y derribo de un grupo de chavales. Por ejemplo, a veces viene un grupo de chicos y se ven con todo el derecho a ponerte de los nervios. A una compañera la llegaron a esperar al cierre del bar y tuvo que llamar a la Policía. No la dejaban irse a casa, empeñados en que se fuera con ellos a tomarse unas copas. Y ella insistía en que no, que se quería ir a su casa, que acababa de salir de trabajar y no quería. Y se preparó una buena todo por decir que no. Tengo otra amiga que trabaja en una tienda a la que le llegaron a pedir la hoja de reclamaciones por decir que no quería salir con esa persona después del trabajo”.

Aunque es joven, Raquel lamenta la falta de educación afectivo-sexual en su etapa escolar: “En clase no nos enseñaron nada de esto. Esto lo aprendes tú porque lo vives o lo ves en los medios de comunicación en casos con mucha más repercusión. En el colegio e instituto me dieron charlas de educación sexual pero no te mencionaban nada del consentimiento, no te enseñan que hay una libertad a la hora de tomar decisiones o cómo reaccionar ante una situación de este tema. A las niñas se las educa a vestirse de una manera para no llamar demasiado la atención, a ir en grupo de vuelta a casa para no ir sola porque te puede ocurrir algo. Pero a los niños no se les educa para que no hagan las cosas mal, para que sepan el mundo en el que vivimos y las situaciones que socialmente nos toca vivir a las mujeres. En vez de arrancar el problema de raíz, solo se recorta”.




Personalmente, nos cuenta que ha vivido más de una situación incómoda con clientes. “Al trabajar en un bar los clientes con el alcohol (o sin él) se desinhiben en exceso y están todo el día detrás de ti, pidiéndote el teléfono, preguntándote por tu vida privada…Y dices que no, que estás trabajando y no lo entienden. Yo creo que mi trabajo, mi sector, es uno de los que más problemas de este tipo pueden tener, porque es como que se propician cierto tipo de situaciones. Y a mí no se me respeta como trabajadora ni como mujer, a mí se me ve como un reclamo al que le puedes decir que estaría mejor con una camiseta con más escote o con una falda más corta. Te encuentras que no valoran tu trabajo, no valoran lo que haces, clientes que se toman la libertad de decirte que cambies la forma de vestir porque con cuellos altos se pierde clientela”.

Sobre la concienciación masculina respecto a todos estos temas, Raquel insiste en que el problema viene dado por la educación que reciben ellos. “No creo que les preocupe mucho. Pero es lo que comentaba antes, es un tema de educación. ¿Para qué te va a preocupar si tú eres el que tiene la sartén por el mango? Si a ti te dan a entender que puedes hacer lo que quieras, si la sociedad te inculca que puedes comportarte así, para qué te vas a preocupar. Para qué vas a querer perder privilegios. A nosotras nos preocupa porque lo sufrimos y nos perjudica. Pero pocos hombres que entiendan todos los problemas a los que nos tenemos que enfrentar día a día por ser mujeres y que quieran cambiar la situación”.

Por ello, Raquel manda un mensaje a toda mujer que sufra una situación de abuso “Que busque ayuda y mantenga la calma. Que mantenga la calma porque los nervios no te llevan a nada más que tomar malas decisiones, ceder para evitar sentirte así de mal contigo misma y evitar situaciones conflictivas. Todo ello fruto del estrés. Que busque ayuda y se apoye en gente cercana que la pueda entender, mujeres de su entorno que quizá hayan pasado por lo mismo en mayor o menor medida, porque entre nosotras nos hacemos más fuertes”.

Si una persona está borracha y casi no puede andar, sabes que no está en condiciones de hacer nada"

AINHOA ORVIZ
23 AÑOS   //   PROGRAMADORA

Ainhoa Orviz tiene 23 años. Natural de Gijón, es programadora. Ella entiende el consentimiento como “algo que se dan las dos partes que van a mantener una relación sexual porque quieren tenerla”. Contundente, expone que un sí a la hora de consentir se expresa “sabiendo que la persona está de acuerdo. Si alguien da el paso primero siguiendo el juego o dando a entender que sí lo quieres hacer o también porque se haya acordado antes”. Y por el otro lado, el no “es claro. No digo que el ‘sí’ sea confuso sino que el ‘no’ es rotundo. No hay manera de malinterpretarlo. Si ves que esa persona se despega, que no se encuentra cómoda y no te sigue el rollo, te tienes que dar cuenta de que eso ya es forzar directamente”.

En referencia a si es confuso entender cuando alguien consiente o no, Ainhoa tampoco tiene dudas. “No, otra cosa es que la gente no quiera entenderlo o se haga la tonta. Si te intentas aprovechar de una persona que está borracha y esa persona casi no puede andar, sabes que no está en condiciones para hacer nada aunque se entienda lo contrario”. Ni tampoco cree que haya diferencias entre hombres y mujeres a la hora de consentir que puedan dar lugar a alguna confusión. "No, creo que es igual. Lo mismo que una chica te dice que no o que sí, te lo puede decir un chico. Y tampoco tienes manera de malinterpretarlo”.


Ainhoa reconoce que ha aprendido qué es el consentimiento “por experiencia propia, hablando con gente y con lo que veía y vivía. A nivel educativo, no recuerdo ninguna charla sobre este tema, sobre lo que son los abusos sexuales y lo que está bien o está mal e igual sería importante enseñarlo y concienciar desde el colegio.”

Sí ha presenciado situaciones de acoso a otras personas. “Al salir de noche he visto situaciones incómodas de chavales insistiendo una y otra vez a chicas que les han rechazado o chicos que intentan tener algo con chicas que están borrachas y que no están en condiciones de hacer nada.”

Personalmente, cuenta que “por suerte no he vivido nada grave, aunque en el trabajo sí he tenido algún compañero que ha sido molesto. A nivel de incomodarme porque pensaba que estaba ligando por ser simpática, aunque no era mi intención. Yo tampoco quería ser borde o cortante y no decía nada pero resultaba incómodo. Este sector está también muy masculinizado y aunque ahora hay más chicas, igual el 80% son hombres y eso aumenta la posibilidad de encontrarte estas situaciones”.




Piensa que a los hombres, este tema les preocupa “mucho menos de lo que debería. Debería afectar tanto a hombres como a mujeres. Hay mucho ofendido y ese es el problema. El mayor índice de violaciones y abusos es de hombres hacia mujeres, entonces les preocupa porque no quieren verse en el mismo saco, no quieren que se les vea así. Les preocupa porque se sienten atacados”.

Y a las mujeres que estén viviendo una situación de abuso les dice: “Hay otras cosas fuera de lo que se está viviendo, hay soluciones. Tienen que buscar el apoyo en alguien de confianza, del mismo modo que su entorno debe hacerles saber que están ahí para ayudarlas y no dejarlas que se sientan solas en ningún momento”.

¿Lo que pasa es que a veces ellos no lo entienden? Pues que aprendan a entenderlo"

OLGA MUÑIZ
65 AÑOS   //   GALERISTA DE ARTE

Gijonesa, Olga Muñiz tiene 65 años. Galerista de arte, estudió el ciclo de promoción de igualdad de género debido a su implicación con el movimiento feminista. Para ella, el consentimiento sexual es “la libre decisión de mantener una relación con quien tú quieras. En el momento en el que estás en una relación es tener la capacidad de poder decidir si quieres continuar o no quieres continuar. Parece que los deseos de los hombres son incuestionables, que el hombre desea y la mujer acepta lo que el hombre desee. Y no es así, es mentira. La sexualidad tanto del hombre como de la mujer es lo mismo”.

Entiende que el sí a la hora de dar el consentimiento sexual “es fácil de expresar. Cuando tú sientes deseo por otra persona y esa persona siente el mismo deseo por ti, una cosa lleva a la otra y solo hay que mirar y ver si a ambos les apetece. Si a mí me apetece y a ti también, pues seguimos. El diálogo es importante, saber qué quiere la otra persona”. Por otro lado, para ella el no, “se expresa diciéndolo. El problema es que las mujeres seguimos teniendo cierto miedo, recelo o vergüenza a decir “no me apetece, no quiero, para, que no tengo ganas”. Decirlo es difícil para la mujer”.


Entiende que el concepto del consentimiento es distinto para hombres y para mujeres, ya que “en las mujeres está condicionado por siglos de patriarcado. En cambio en ellos está condicionado también, pero de otra manera. Es mucho más fácil para ellos que para nosotras. A las mujeres nos han enseñado que estamos al servicio de los hombres, como decía Rousseau. Es una larga historia que tenemos que quitar de encima a base de enseñar”.

Sobre las confusiones a la hora de entender cuando alguien consiente y cuando no, Olga afirma que “yo creo que no hay confusión en el deseo. La mujer cuando siente que no quiere, que algo está mal y quiere parar, lo demuestra. ¿Lo que pasa es que a veces ellos no lo entienden? Pues que aprendan a entenderlo. Me contaron hace tiempo situaciones de agresiones sexuales. No pusimos denuncia, aunque deberíamos haberlo hecho, por lo que te enseñan de ‘bueno mujer no pasa nada, no te has muerto, puedes seguir tranquilamente con tu vida, si lo denuncias puedes meterlo en la cárcel, puedes acabar con su reputación…’ Parece que tenemos la cosa de no movernos y estar tranquilas, de hacer como que no pasa nada, cuando sí que pasa”.

Personalmente, Olga relata serena y fuerte cómo ha tenido que aprender qué es el consentimiento: “Lo aprendí primero por experiencia propia. Viví dieciocho años con un hombre maltratador y no me atrevía a decirle que no en un momento determinado, aunque tendría que haber reaccionado de otra manera. Me separé después de mucho tiempo y luego me metí en la Tertulia Feminista Les Comadres, en un partido político y estoy en el Consejo de Asociaciones de mujeres de Gijón. También he leído mucho, llevo años asistiendo a la escuela feminista Rosario Acuña y luego estudié Promoción de Igualdad de Género, que me abrió mucho la perspectiva, la mirada y me hizo darme cuenta de que lo que a mí me había pasado es lo mismo que les pasa a las demás”.




Además, afirma que ha vivido situaciones de acoso “en el trabajo. Trabajé en una cafetería, donde parece estar extendido el acoso y viví alguna situación que no me gustó nada”. A los hombres, dice, el tema del consentimiento “cada vez les preocupa más pero no de la misma manera. Es un tema que para ellos no es importante porque ya tienen una libertad sexual. Ellos hacen lo que quieren y cuando quieren. No le dan la misma importancia que podemos darle nosotras. Me imagino que poco a poco los hombres también tienen que darse cuenta de que están educados en una sociedad machista y malísima para ellos. A ellos se les pide ser los valientes, los guerreros, los que traigan el dinero a casa y se les considera unos “nenazas” por contribuir en las tareas de casa; cuando tienen reacciones que se ven femeninas ya los catalogan de todo y no es así. Cada vez intentan entenderlo más, pero sigue habiendo hombres que les hacen daño a los otros hombres. No solo hay que educar a las niñas pequeñas, también a ellos.”

Olga quiere mandar un mensaje contundente y para ella muy importante a las mujeres que estén pasando por una situación de acoso o abuso: “Que hable. Que hable con quien quiera, con una amiga o que llame a alguien. Ahora las mujeres tenemos una red de amigas muy grande. Hay una potente comunidad de mujeres y si te pasa algo, lo que tienes que hacer es hablar. No tengas vergüenza si es que te ha pasado algo, no tienes que sentirla. La vergüenza debería sentirla la otra persona. Lo que te ha pasado a ti le ha pasado a muchas otras mujeres. Hay sitios especializados donde puedes ir, donde te van a escuchar y si no puedes ir, sal con una amiga. A veces es difícil contar las cosas, incluso a las amigas, porque es algo que nos da vergüenza y nos callamos pero lo mejor de todo es hablar. No tengas ninguna vergüenza por contar las cosas”.

Es maravilloso que se pueda hablar libremente de ello en el colegio, en mi época era un tema tabú”

MARGARITA LARA
50 AÑOS   //   CONDUCTORA DE AUTOBÚS

Margarita Lara tiene 50 años y es conductora de autobús, aunque su trayectoria en el mundo del transporte viene de años atrás, realizando viajes por España y Europa. Forma parte de la comisión de igualdad de su empresa y está interesada en mejorar la situación de la mujer y en la consecución de derechos para ella esenciales. A la hora de explicar qué es el consentimiento, dice para ella es “la aceptación de mantener una relación sexual, no tiene por qué ser hombre o mujer. Creo que es importantísima la empatía con la otra persona para saber cómo está, igual que harías en una reunión de amigos para saber si todo el mundo está bien y está cómodo y tranquilo, pero esto de forma más íntima y sin ningún tipo de presión. Creo que es fundamental no presionar a nadie, respetar la libertad de cada persona.”


De manera concisa, nos dice que un sí, se expresa “en el comportamiento de la otra persona hacia ti. Se intuye la libertad y se interpreta en los gestos”, al igual que un no “se expresa apartando la cara, viendo que la otra persona está retraída, sabes que si tienes que rechazar algo, te vas hacia atrás, paras, pones una barrera que la otra persona tiene que saber interpretar. No se ve libertad en los actos”. Para ella está claro y teniendo como base la empatía y la comunicación, “si muestras interés no es confuso, en el tema sexual o en cualquier otro tema de la vida, puedes entender perfectamente si la otra persona acepta o no, lo que se quiere hacer sin necesidad de forzar a nadie”. Por eso, considera que no debe haber diferencia entre el consentimiento dado por las mujeres y el dado por los hombres, dado que “el consentimiento es lo mismo, es la aceptación del acto, que la manifiesten más o menos bruscamente depende de la persona, no del sexo”.

Y aunque confiesa no haber visto nunca a otra mujer sufriendo una situación de acoso, también expone que “en mi época, es verdad que te entraban de otra manera, el chico llegaba y tenías que aguantar el rollo. Sí que sentías cierta presión en aguantarlos, estabas como un poco obligada, aunque acoso no he presenciado.”

A sus 50 años, Margarita expone que todo este tema del consentimiento, “en el colegio jamás tuve charlas de este tipo, lo cual veo maravilloso que se realice ahora y se pueda hablar libremente, antes no se hablaba, pero por suerte la sociedad avanza y ahora se habla libremente. En mi época era un tema tabú y costaba hablar de ello. Lo acabas aprendiendo de la vida.”




Personalmente, “no me he sentido incómoda, porque defiendes tu terreno y procuras que no te pisen. Pero sí me llamaba la atención que en el mundo de la conducción, cuando empiezas -no en la empresa actual, en la antigua- cuando hacías un viaje largo ya fuera por Europa o por España, el viajero entraba diciendo que cómo les ibas a llevar tú, ‘¿Una mujer nos va a llevar de viaje?’ Hace veinte años todavía te lo decían a la cara, aunque ahora nos parezca muy lejano. Luego no, se relajaban y la cosa iba bien, pero sí que había un rechazo al tema de ver a una mujer conduciendo un autobús. No era acoso, pero sí tener que demostrar doblemente lo que vales”.

Respecto a lo que cree que le importa a los hombres todo esto, Margarita es clara: “Yo creo que depende del carácter y de la formación, de la educación que reciban también en casa, habrá a los que les interese más y a los que les interese menos, al igual que a muchas mujeres”.

Y manda un mensaje a las mujeres que sufran alguna situación de acoso: “Les diría que lo denuncien, algo que es muy difícil porque será dar un paso complicado, pero que lo hablen con su círculo de confianza, ya sea familia o amistades, que se hable para no quedarte con ello y para buscar ayuda, que se pueda sentir más cómoda y con más fuerza teniendo apoyos.”