Carmen Duarte García

"Las mujeres jóvenes no deben olvidar lo que hemos conseguido"


Texto: INÉS DOGGIO GARCÍA
Fotos: DANIEL ARIENZA


Carmen es reacia a decir su edad. Entre risas, acaba por ‘confesar’. La verdad es que aparenta bastante menos. Ella lo explica con que utiliza “rosa mosqueta” en la cara. Y vuelve a sonreír. Calmada, reflexiva. No le importa hacer balance de una vida que cuenta con dulzura. Lo bueno y lo no tan bueno. A sus 73 años, “y con toda la energía del mundo”, Carmen escribe obras para el grupo de teatro que ella misma fundó. Le encanta cocinar. “Me gusta todo lo artístico y para mí la cocina es otro arte”. Además, es presidenta del Foro de Mujeres de El Llano y vicepresidenta de la Federación de Grupos de Teatro Amateur de Asturias. Entre otras muchas cosas.







Carmen Duarte se crió en una familia tradicional. La mujer estaba en casa, cuidaba de los hijos, “y se dedicaba a obedecer”. Ella era la única mujer entre cinco hermanos en una casa en la que los niños “iban primero para todo”, para estudiar y para no hacer nada en casa. Recuerda que su adolescencia no fue sencilla. “Yo era una chica que no quería cumplir con el perfil de entonces. Todo lo que hacía era pecado, así que siempre llevé una carga de arrepentimiento”. Aunque siente que el balance de su vida es feliz, Carmen no oculta lo dura que le resultó aquella etapa. Tampoco la tristeza que siente cuando tiene que hablar de su padre, del maltrato que se vivía en su hogar. “Esa es una parte de mi vida de la que no me agrada hablar…”. A ella no le gustaba la escuela a la que iba. Allí se preparaba a las niñas para ser perfectas amas de casa. “Te remarcaban mucho el perfil de mujer que tenías que ser para el marido”. Para una joven con ganas de saber y aspiraciones de valerse por sí misma, aquello resultaba muy duro, pero era la única educación a la que podía acceder.





Perfil

Carmen Duarte García
73 años
Ama de casa, “entre otras cosas”
Nació y vive en Gijón con su marido, inculca la igualdad a su nieto y a sus dos nietas


“Si hubiera sido hombre estaría en las Indias. No lo hice porque no pude”, asegura. Ella tuvo que buscarse un empleo en un taller de confección. Cuando se casó, no quiso dejar su trabajo, aunque para su familia política suponía una deshonra que no renunciara. Carmen luchó por sentirse realizada y mantener su independencia hasta que tuvo su primera hija. Entonces se vio obligada a trabajar desde casa. Cuando llegó su segundo hijo, con todo lo que tenía que hacer, las tareas diarias eran “de doble y triple jornada”, porque también había que cuidar a la gente mayor, por ejemplo. “A la mujer le caía todo eso”.

“Yo era una chica joven que no quería cumplir con el perfil de entonces”

No oculta que para ella no resultaba llevadera aquella vida. “Me sentía fatal porque todo aquello me hacía sentirme frustrada. No tenía tiempo ni para depilarme, ni un momento para mi cuidado personal. Y yo no me conformaba con aquella vida, quería mi propio espacio, mi propia habitación. Yo necesitaba desarrollar mi personalidad y mis necesidades básicas para no sentirme mal. Durante muchos años de mi vida me sentí muy mal por no tener lo que tengo ahora. Pero no me lo regaló nadie, lo luché”. En cierto modo, Carmen cree que se vio obligada a malgastar parte de su juventud, pero tiene claro que de su vida personal no hubiera cambiado nada. “Mi marido todavía me pone, como dicen las jóvenes”. Pese a lo mucho que le ha tocado vivir, solo cuando habla de él, de su convivencia, de su amor, se le caen las lágrimas. Para Carmen su familia, siempre ha sido esencial. No cabe lugar a dudas. Pero ello no le ha impedido luchar por realizarse en una sociedad en la que aún hay muchas cosas que no le gustan. Ni siquiera los piropos de ahora. “En mi época al menos eso te lo decían con otro respeto, creo que en eso hemos ido a peor. El otro día vi cómo acosaban a una chica.

“Durante muchos años me sentí mal por no tener lo que tengo ahora. Pero no me lo regaló nadie, lo luché”

Creo que en mi época no había tanta crueldad. Hay hombres que se creen con derecho a todo por el hecho de serlo, volvemos al machismo”. Carmen no oculta lo mucho que le indignan estas situaciones, como el control al que son sometidas algunas mujeres por parte de sus parejas. “A veces, el problema es que ellas no lo detectan claramente, como ocurre con las nuevas tecnologías. Que una mujer no pueda moverse sin estar totalmente controlada es algo terrible. Que la estén vigilando y manipulando a través de un móvil es un maltrato psicológico fuerte. Ahí lo que hay es machismo puro y duro”.

“No habría cambiado nada de mi vida personal; mi marido todavía ‘me pone’ como dicen las jóvenes”

A su juicio, la única manera de atajarlo es la educación. Cree que los niños y las niñas deben ser educados desde que nacen para evitar estos comportamientos. Lo contrario, advierte, “es un error que se va a pagar muy caro”. También en la situación laboral de la mujer cree que hay mucho que mejorar. “Hasta ahora te sacaban la disculpa de que era por la maternidad y las mujeres llegan a una edad en la que profesionalmente no las dejan avanzar más aunque tengan una capacidad enorme”. Carmen cree que las mujeres deben ser las principales protagonistas de la lucha por acabar con la desigualdad. “La lucha que hubo ya fue muy fuerte. Solo hay que fijarse lo que era y cómo estamos ahora, pero falta más”, advierte. En el pasado, Carmen encuentra los argumentos para que las mujeres se reivindiquen. “Si se echa un vistazo a la historia, nunca quitaron nada que nos perjudicara a las mujeres por las buenas, siempre fue luchando muchísimo. Muchas veces nos convencen de que están con nosotras, pero no es así. En ocasiones da la impresión de que dimos tres pasos hacia adelante y cuatro para atrás”. Por eso, ella considera que tiene la responsabilidad de continuar luchando. Y por eso lleva a sus nietas a las manifestaciones en la que se reclama la igualdad. “Las mujeres jóvenes no deben olvidar lo que hemos conseguido”.




MUJERES REALES

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