Pedro Menéndez de Avilés en su enfrentamiento con los hugonotes. Obra de Stanley Meltzoff

Los dos meses de la toma del Fuerte Caroline

Los hombres de Menéndez acabaron con la presencia francesa e iniciaron la expansión por la península
ANTONIO FERNÁNDEZ TORAÑO

Cuando, después de diez días de arriesgada navegación desde Puerto Rico, sobre las someras aguas que golpeaban los bajíos cercanos a la costa, los cinco barcos de la flota de Pedro Menéndez de Avilés avistaron tierra firme, a la altura de Cabo Cañaveral, en la embocadura del Canal de Bahamas, muchos de los expedicionarios ignoraban que se hallaban ya ante la costa oriental de Florida. No así el Adelantado que, sin embargo, desconocía la ubicación exacta del asentamiento de los franceses de Ribault. Era el 25 de agosto.

Resuelve costear con rumbo norte en busca de alguna señal de vida, cosa que sucede el 1 de setiembre, cuando descubren una serie de hogueras en tierra. Para obtener información, el Adelantado hace desembarcar a veinte arcabuceros, que tuvieron que vencer la desconfianza de los nativos a costa de ofrecerles algunos regalos pues conocían ya la presencia de hombres blancos en aquellos territorios. Vencida esa desconfianza, el asturiano decide bajar a tierra, siendo recibido de forma amistosa por el cacique del poblado, que les confirma la presencia de los franceses a unas sesenta millas al norte, por lo que deciden seguir navegando y descubren el paso a un «puerto bueno con una buena ribera», el futuro emplazamiento de San Agustín. Al penetrar por la desembocadura del río St. John, 69 días después de su salida de España, descubren cuatro grandes barcos de guerra franceses fondeados en una isleta por la que necesariamente había que pasar para llegar al asentamiento hugonote y al fuerte que habían construido para protegerse, el Fuerte Caroline.

Se decide, en un golpe de audacia, abordar los barcos enemigos y, una vez derrotados, hacerse con el fuerte. Cerca ya de la medianoche llegan hasta la Armada francesa y, en medio de un silencio sepulcral, tal como relata el Capellán Mendoza, fondean sus barcos, proa con popa, en medio de los de los franceses. Tras una corta persecución, y ante la imposibilidad de alcanzarlos, Menéndez de Avilés, como también había previsto, regresó sobre sus pasos al alba, con la intención de atacar el fuerte, pero sus efectivos ya les estaban esperando perfectamente pertrechados.



Decidió entonces desembarcar en el puerto natural que ya habían descubierto a unas seis millas náuticas al sur, donde comienza a descargar suministros, y el 8 de septiembre Pedro Menéndez baja a tierra con toda la parafernalia que exigía la ceremonia, hinca su rodilla en tierra, besa la cruz que le presenta el Capellán, preside el canto del ‘Te Deum’, y una misa solemne en honor de la Virgen, y pone el asentamiento bajo la advocación de San Agustín. Luego, en su calidad de Adelantado, toma posesión del territorio en nombre del rey de España.

Entre el 11 y el 12 de este mes Menéndez de Avilés, que temía la llegada de los franceses, decide dar por terminadas las tareas de descarga de los dos barcos fondeados fuera de la barra y los envía a La Española y La Habana en busca de suministros. Y en la mañana del 12 se presentan en la barra del puerto los cuatro barcos franceses, que no podrán atacar el nuevo asentamiento, porque se desata un potente temporal de viento y agua que les obliga a salir a mar abierto para evitar estrellarse contra la costa, cosa que, finalmente, para su desgracia, sucedería en los días posteriores.

Menéndez de Avilés decide aprovechar la circunstancia para atacar por tierra el fuerte francés en un asalto por sorpresa. Distribuye quinientos soldados en cinco compañías e inicia una marcha de cerca de ochenta kilómetros por selvas casi impenetrables, inundadas a causa de la lluvia. Tras cuatro días llegan a unos ochocientos metros del fuerte y por fin, al amanecer del día 21, bajo una lluvia torrencial, los españoles atacan el Fuerte Caroline, cogiendo totalmente desprevenidos a los que habían quedado en él.

En ese choque, el primero entre dos fuerzas militares europeas en suelo americano, y en el que no se registró ninguna baja en el bando español, las fuerzas de Pedro Menéndez de Avilés matan a 160 militares, pero no pueden impedir la huida de otros 60 que se refugian en dos de los tres bateles que estaban atracados en el río, cerca del Fuerte y que, finalmente, conseguirían huir a Francia. Además, por orden expresa del Adelantado se respetó la vida de cincuenta mujeres y niños a los que, con un salvoconducto, devolvería a Francia.

Tras un breve descanso, a mediodía, Menéndez de Avilés procederá a la retirada de dos escudos de armas del rey de Francia y del almirante Coligny, hará plantar dos cruces en los lugares más apropiados del fuerte, y señalará el lugar en el que había de construirse la iglesia. Reorganiza sus fuerzas y, a la vista del agotamiento de la mayoría, opta por regresar a San Agustín con sólo 35 voluntarios.

A partir de este momento, el Adelantado dedicará todos sus esfuerzos a localizar y destruir las fuerzas enemigas que iban a bordo de los cuatro grandes navíos y pretendían regresar a Fuerte Caroline. Las localiza y da muerte a todos sus componentes, excepto a una docena que confesaron ser católicos. El 26 de octubre saldrá de nuevo hacia el territorio Ays, al sur del Cabo Cañaveral, en donde los últimos franceses, un número no superior a 70, pretendían construir un fuerte, tomándolos esta vez como prisioneros. Es decir, en no más de dos meses de operaciones militares consiguió acabar con la presencia francesa en La Florida.